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Carena

Ultimos días de verano (1): Chapoteando

Ultimos días de verano (1): Chapoteando

En la escuela de la experiencia las lecciones cuestan caras, pero solamente en ellas se corrigen los insensatos

(Benjamin Franklin)   

Hoy llueve en Almería.  Ciertamente, ha sido y está siendo un otoño e invierno lluvioso. Es raro ver llover tantos días en esta tierra seca. Aún así, los días de lluvia me reconfortan, siempre me han gustado. Y ahora, a través de la ventana, viendo el día gris y el agua caer han vuelto a mi memoria los últimos días de verano. 

En agosto el viento nos castigó. El levante sopló sin descanso estando mis amigos de visita en mi tierra. Empezaba la cuenta atrás para volver a la dura rutina, y mis esperanzas de poder navegar antes de incorporarme al trabajo menguaban a medida que el levante se tornaba más rabioso. Al día siguiente de la marcha de mis amigos tan solo quedamos en puerto Nonick, Spark Raf y yo. Y parece ser que el viento se apiadó de mi, pues decidió dar una tregua.  

Raf ha sido todo un descubrimiento para mi. Ya lo conocí un año atrás, coincidiendo a bordo del Cacao. Pero no llegamos a tratarnos. La primera impresión que dio era de ser un tío de esos que van a lo suyo. No, no un pasota, ni mucho menos un estúpido. Simplemente un tío muy independiente. Sin embargo, durante los últimos días de este verano coincidimos prácticamente a diario y pasamos muy buenos ratos. Y en esos momentos descubrí a un chico amable, muy cariñoso, divertido y con una sensibilidad exquisita.  Me ayudó a adecentar mi fondeo. Cambiamos el ancla, sumamos metros de cadena y acortamos cabo. Ibamos a emprender una pequeña travesía rumbo a Cabo de Gata, con intención de fondear allí un par de noches. Raf es armador de un precioso barco, el Angel Guardián. Para mi hubiera sido más fácil embarcarme con él, pero no, yo quería ir en mi Cachalote, que no tiene el señorío del Angel Guardián, ni el equipamiento pero es mi barco, y es en el que prefiero navegar. Y así lo hicimos, ambos barcos  salimos rumbo al Cabo.  Esa misma mañana Nonick y Spark también salían, ya de vuelta a su casa, con lo cual nos unimos los tres en la misma ruta. Estaba emocionada, era la primera vez que iba al Cabo sola en mi barco y el cosquilleo en la tripa solo lo superaba la sonrisa de boba que ni intentaba disimular.  

Si algo no  me pueden recriminar es que presuma de ser una buena navegante. Todo lo contrario, sé bien que tengo mil cosas que aprender, no sé si el trimado es correcto. Es más, cuando salgo más allá de la bocana no sé pa qué lado he de sacar el Génova. Casi siempre salgo sola, salidas cortitas, en las que pruebo, saco el Génova, pruebo a un lado y si el barco no se mueve pa donde quiero lo pongo a otro, pacá o pallá, pero a mi modo, consigo que el barco se mueva. Y claro, me pregunto muchas veces si a pesar de moverse (más o menos pa donde quiera) se puede mejorar. Y doy por hecho que se puede, pero hay tantas incógnitas por descubrir.  Cuando me subo a los barcos  de otros me fijo en lo que hacen, aunque parezca distraída me voy quedando con todo. Pero cada barco es distinto, al igual que su comportamiento. Y muchas veces es difícil aplicar al Cachalote  lo que veo en otros barcos.

Sin embargo, es esta ocasión fue distinto. La travesía al Cabo fue de mucho provecho para mi. Estaba en contacto con Raf y Nonick. Nada más izar velas Raf por radio me corrigió algunos errores siempre a modo de consejo y dándome la opción a que probara.: el génova no estaba del todo desenrollado, las escotas estaban por dentro, un par de patines de la mayor se me salieron del palo.... ufff tantas cosas. Pero en cierto modo me daba igual, al fin y al cabo navegaba y era yo la que tenía que enmendar esos fallos, estaba sola en el barco y nadie estaba ahí para hacerlo por mi. ¿Quién dice que no se puedan dar clases por radio?  Hacía un día fantástico, con poco viento, a ratos tan poco que tuve que tirar del motor un ratito, pues Raf llevaba asimétrico, pero yo no y mi barco no es que sea precisamente un fórmula 1,   pero me vino genial para poder encargarme del trimado sin dificultad. Para hacer y deshacer, tranquilamente, y observar con calma como los consejos aplicados mejoraban la navegabilidad. ¡Dios como disfruté! 

Llegando a la fabriquilla Nonick siguió su camino, aún le quedaban muchas millas hasta su puerto. Raf decidió fondear justo antes de volver el Cabo, y ya veríamos lo que haríamos más tarde. Puesto que no tengo piloto automático y no sé fondear (no, no sé) acordamos que 1º fondearía el Angel Guardián y después se acercaría a mi barco para ayudarme. Así lo hizo, fondeó el suyo y acto seguido llegó a nado al mío para ayudarme (bueno, yo era la que le ayudaba, él lo hizo casi todo). Propuso volver a su barco, que estaba relativamente cerca para comer allí y echar una siestecita. Vale, peero no sé nadar…. ¡Venga ya! ¡Como no vas a saber!... No, no sé… bueno, floto, pero nadar, lo que se dice nadar… pues no. Pero vamos, que a tu barco creo que llego, despacito pero llego. Tírate que yo te sigo…. Y me tiré tras el. Es más, me tiré con mi toalla metida en una bolsa de plástico y sin darme cuenta la radio portátil también dentro. Y llegué, poquito a poco, con un brazo alzado sosteniendo la bolsa para evitar que se mojara, pero llegué. La verdad es que mi estilo perrito había funcionado hasta ese día.  

La tarde fue una gozada. Una siesta reparadora y un bañito. Buen día, buena compañía y el mar… ¿qué más se podía pedir?. Puesto que el tiempo parecía que daría más tregua decidimos seguir para fondear en San Pedro y pasar la noche allí. Vuelta a lo mismo, ahora tocaba volver al cachalote. La proa del Angel guardían apuntaba a mi popa (la de mi barco digo). Raf se tiró por adelante pero yo no quise arriesgar, que una cosa es flotar y otra cosa tirarme de cabeza al agua, así que me bajé por la escalerilla de popa e intenté chapotear hacia mi barco. Ufff…. Algo me decía que me costaba mucho más que antes, por más que intentaba avanzar cada vez retrocedía más.   

¡¡Coño con la corriente!! Raf estaba sonriente sentado en la bañera de mi barco. Pa mi que no se había acabado de creer eso de que no sé nadar. Seguía intentándolo pero me cansaba, y.. Raff, que no que no puedoooo. Raf me miraba y había una expresión de incredulidad en su rostro. la sensación de agobio me hizo hundirme un instante. Raaaafff que no llegooo. Volví a hundirme un momento, me asusté Por primera vez en mis 32 años noté que el agua tiraba de mi hacia abajo. Porque, a pesar de no saber nadar nunca me hundí, y era consciente que a medida que me ponía más nerviosa o intentaba moverme más me costaba mantener la cabeza fuera del agua. Me faltaba el aire, no controlaba la respiración y la ansiedad aumentaba convirtiéndose en un pesado lastre. Glub glub Rafffffffffff  que me ahogo cohooneessss. Y raf , sentado en mi bañera cambió la sonrisa incrédula por una expresión de alarma y sin pensárselo se tiró al agua con el rosco naranja. ¡¡Estás loca, no sabes nadar!! Pues claro, qué novedad, ya te lo dije. 

Mientras Raf recogía mi fondeo yo estaba medio bloqueada por el miedo. Me temblaban las rodillas. ¡Qué digo! Parecía una masa de gelatina, temblaba de la cabeza a los pies. Aún estaba intentando asimilar lo que había pasado. La bolsa que contenía la radio y la toalla se habían mojado. La radio había dejado de funcionar y tras el susto y en vista de que el parte para los días siguientes no estaba muy claro Raf decidió que lo más prudente era volver a Aguadulce. No quería arriesgarse a que nos cogiera una levantera al otro lado del Cabo y que hubieran más problemas. En esos momentos me sentí estúpida, aguafiestas. Joder, por mi culpa se había fastidiado la travesía. Esa noche habría luna llena y deseaba pasarla fondeada por alguna de esas maravillosas calas. ¡¡Idiota, más que idiota, y además torpe!! Por quien más lo sentía era por Raf, que él tenía tantas ganas o más de navegar.  Aún así no discutí su decisión, bastante era ser una carga como para encima dar más la lata.

 El regreso fue tranquilo. Fueron horas en las que reflexioné largamente. Ya me habían dicho que no debía arriesgar si no sabía nadar. Recordé cuantas veces me he tirado al agua estando sola sin ni tan siquiera largar un cabito al que aferrarme. No hay que ser muy lumbreras para saber que es peligroso. Pero es que siempre que he salido y he acabado en un baño pudo en mi más la confianza, el decir hace buen día, el creer que por una vez no va a pasar nada. ¡Qué cierto es eso de que la letra con sangre entra! Y por supuesto que entendía los consejos prudentes que siempre me han dado, pero ahora, además  entiendo sobretodo lo estúpida que he sido al no seguirlos. El suceso de horas antes podía haber ocurrido estando sola, como la inmensa mayoría de veces que me he dado un baño, retirarme un poquito del barco, apenas un par de metros y no poder volver.  Y es que la corriente no se ve, puede estar el mar aparentemente en calma y debajo tener una trampa mortal. O puede darme un calambre o qué se yo, mil cosas que me impidan volver. De no haber estado Rafa allí no  quiero ni pensarlo, pues al recordar un escalofrío me da una colleja en la nuca. Pero tampoco habré de olvidarlo nunca más.  

Aún me quedaba la radio instalada dentro del barco, pero eso suponía que cuando quisiera comunicarme con Rafa debía soltar la caña y bajar dentro. Aún así a lo lejos veía a Rafa pendiente del Cachalote, y de cuando en cuando me daba un toque para ver como iba. Me reconfortaba saberle cerca.  La tarde caía y ofrecía una puesta de sol magnífica. Ahora ya puedo decir que he navegado en bastantes sitios, sin embargo, los colores que adquiere el horizonte cuando el sol se pone por el poniente almeriense son únicos. El cielo se tiñe de rojo, y profundos naranjas. Es impresionante las sensaciones que producen esa visión mezclada con el olor a mar y la sensación de la brisa en el rostro. Es como entrar en otra dimensión. Y esa tarde-noche era mucho más especial aún, por proa aún algunas luces que más parecían llamaradas se escondían al otro lado de la bahía, y sobre mi empezaba a alzarse una enorme luna llena, fría, soberbia, majestuosa.  

Esos son momentos en los que una se siente afortunada. La ausencia de ruido, el canto del mar como un suave quejido cuando la proa lo rompe a su paso. Y es entonces cuando eres consciente de que estás viva, que no eres una maquinaria biológica. Que respiras, hueles, que sientes… pero sientes de un modo distinto. Es curioso, pero a pesar de hacer ya más de un año que navegué por vez primera, aún pierdo la noción del tiempo allí, y me refiero al tiempo en su más amplia definición. No es que se pare, ni que las horas dejen de correr, es que el tiempo deja de existir. En tierra siempre haces teniendo presente en que tienes que hacer más, tengo que, debo… me falta tiempo. Estrés, prisas, rabia…. Tiramos el tiempo. Sin embargo fuera, en la mar todo eso no existe. Ya no hay prisas, ni cosas pendientes, solo el presente, sin más. Te embriaga por completo una especie de bienestar, y también de miedo cuando se tuercen las cosas, pero quizá son esas sensaciones  las que me tienen tan enganchada, allí siento cosas que no he sentido jamás en tierra. Y nunca hubo soledad allí fuera, es otro término que parece desaparecer cuando navego, he descubierto que no me asusta estar conmigo misma. Sin embargo, por ambiguo que sea, en tierra, rodeada siempre de tanta gente, incluídas las personas que me quieren me he llegado a sentir tantas veces tan sola… Y es terrible sentirse así. 

Llegamos a puerto ya de noche. Muchas horas aferrada a la caña. Rematamos el día con una copa y una charla en el Angel Guardián. Raf me dijo que estaba alucinado por mi aguante, alimos por la mañana bien temprano y a excepción del ratito de la siesta había estado todo el día aferrada a la caña, comentó que era muy dura y que había comprobado cuanto me gustaba navegar. Sí que estaba cansadilla, pero la verdad, no me hubiera importado seguir. Y pa qué nos vamos a engañar, los comentarios de Raf alimentaron mi ego, a estas alturas no me las voy a dar de modesta. No es que tenga que demostrar nada, con que yo disfrute de lo que me gusta me basta, pero en ocasiones me he sentido algo incomprendida, aunque lo neguemos a mucha gente le cuesta entender que a una chica le gustan esas cosas, que disfrutamos así más que en lugar de ir de tripusoles simplemente. Quizá en otros barcos me relaje, disfrute más en ese plan, pero en el mío gobierno yo, y me gusta hacerlo, y crecer día a día. Y siempre espero y acepto críticas, porque es lo mejor que hay para corregir errores, pero que de cuando en cuando haya una persona que aprecie que estoy en ello y pongo empeño a la vez que lo disfruto, y encima que me encuentre resistente para ello, pues… que queréis que os diga, pa mi es el mejor de los piropos sabiendo que es sincero.

Y bueno… a pesar de que tuvimos que cancelar los planes me fui a la cama (o litera) esperanzada. Raf propuso irnos a Almerimar al día siguiente. Y me dormí contenta de haber conocido a un navegante y amigo como Raf, y soñando con la próxima salida, esta vez rumbo al poniente. Pero eso… lo cuento en el siguiente post

1 comentario

Escollera -

Es seguro que en estos momentos Rafael es un hombre muy envidiado por muchos y con razón. Cualquiera, a poco que te conozca descubre que eres una mujer única con la que se desean compartir muchos momentos, por breves que sean

Sigue navegando, en el mar y en la vida como lo haces, eres un soplo de aire fresco, de vida