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Carena

Mi primera luna

Mi primera luna

“Pero no quiero mundo ni sueño, voz divina,
quiero mi libertad, mi amor humano
en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera.”

 

Federico García Lorca

    

Por las noches entro de cuando en cuando en el Chat de la Taberna. Se ha formado un grupillo genial de habituales. Allí comenté en alguna ocasión que nunca había navegado de noche y que tenía ganas. Piratacojo dijo que alguna vez me acompañaría. ¡¡Joer, y ha cumplido su palabra!!

Llegó el viernes a Aguadulce, y tras mostrarle el barco cenamos y tomamos unas copillas. Después le dejé en mi cachalote y me fui pa casa. Me era imposible quedarme, y esta preocupada porque quizá mi barco es algo incómodo y tras un viaje largo no descansaría bien.

 

Al día siguiente me levanté temprano, y tras hacer unas gestiones fui al puerto. Y ahí estaba Javi, con la manguera baldeando mi barco, ¡qué apañao! Desayunamos y le mostré el puerto. Vimos desde el pantalán los barcos de pampano, epops y Raf. Luego fuimos al puerto deportivo de Almería a ver una faluca que han convertido en museo. Cañitas por mi barrio, en la barraquilla de mi playa, visita rápida a carrefour pa comprar algunas cosillas pa nuestra salida y de ahí al Cachalote.

 

Allí nos encontramos con pampano, que me vio desde el sureño y me llamó por teléfono. Piratacojo (Javier) conoció el sureño por dentro y quedó tan fascinado como yo la 1ª vez que lo vi. Tras esa breve visita en la que consultamos a Rafael sobre el cabo (carta naútica en mano), la idea era salir hacia Genoveses, fondear, descansar un ratito y tras una cabezada emprender le regreso. Nos abastecimos de gasolina y dispusimos todo para empezar nuestra mini travesía nocturna. Creo que a Rafael le hubiera encantado hacer una travesía así, breve pero que quita el mono de mar,  lástima que le fuera imposible acompañarnos.

 

La salida del amarre desastrosa, como siempre. Creo que al menos Javier ya sabe a lo que me refiero cuando digo que me cuesta muchísimo salir del puerto.

 

La noche se presentaba preciosa. Luna llena, aunque algo escondida por algunas nubes y un poquitín de niebla. Pero tenía esperanzas de que despejara. Eso sí, calma total, no se movía nada.

 

Llegando a Almería, a la altura del club de mar, se nos paró el motor.   La corriente nos llevaba hacia el poniente otra vez. Allí, en plena bahía sin motor y sin viento solo tenía 2 opciones: ponerme histérica y dejarme llevar por el pánico o servir 2 copitas de ron y tomárnoslas tranquilamente con el cofrade mientras esperábamos a ver si aparecía algo de viento. Disfruté de la noche, a pesar de que estaba preocupada. La corriente nos había situado en la misma línea de  entrada/salida del puerto pesquero, y recuerdo en las prácticas del PER ver a los ferrys entrar y salir a toda leche. ¡¡Joder!! Por lo visto siempre mi Cachalote se ha propuesto regalárme anécdotas en cada salida que haga.

 

A los 5 minutos empezó a soplar una brisa muy leve, que nos obligaba a prestar toda nuestra atención en el barco. El levante fue acentuándose, hasta que pillamos un ritmo genial.  Estaba harta de escuchar que el verdadero motor de un barco son las velas. Yo pensaba: sí, claro, pero si tengo un motor (o mejor 2) pues como que mejor, creí que era el elemento que más seguridad me daba a bordo. Vamos, que no estaba muy convencida de ello.

 

Nuevamente me equivoqué y nuevamente mi barco me enseñó algo nuevo: Realmente es cierto, ya tengo plena conciencia de lo que es un velero, y sé que  el viento es suficiente para moverlo. Y parece que vuela. La noche empezó a convertirse en una de las jornadas más especiales que he vivido. Decidimos seguir el rumbo hacia Cabo de Gata, darle un descanso al motor, ya probaríamos a arrancarlo más tarde. De todos modos, a pesar de las linternas no había suficiente claridad, y habiendo viento nos movíamos. Eché en falta un piloto automático para despegarme de la caña a ratitos. Aún así disfruté muchísimo. Durante el trayecto tomamos café, ron, hablamos sobre lo humano y lo divino, criticamos y alabamos a distintos cofrades  (esto es mentira, Piratacojo SIEMPRE habla bien de todo el mundo) y Javier me contó los chistes más malos que he oído en mi vida haciéndome reír muchísimo con ellos. Este chico es todo un personaje. Siempre dispuesto a hacer de todo, atento y no es delicao, con lo cual se convirtió en un excelente compañero de navegación. Si queréis una tripu de lujo con él a bordo llevaréis a lo mejorcito.

 

Llegamos al Cabo sobre las 7, justo cuando empezaba a asomar el sol tras el arrecife del dedo. La imagen que se nos ofrecía era impresionante, algo que pocas veces llegamos a disfrutar. Esa visión acompañada del olor a mar, del viento, del sonido de las olas…todos esos elementos mezclados conseguían hacer de ese amanecer algo único e inolvidable.

 

En principio pensamos en fondear por las salinas, resguardados del poniente. Pero yo no estaba del todo tranquila. Conozco el cabo desde tierra, y el viento cuando he ido a esas playa suele ser cambiante. Temía que no soplara para poder salir, o que según avanzara el día cambiara a poniente empujándonos a la costa. El levante apretaba, por lo que tampoco pasamos más allá del Dedo (la idea era recalar por Genoveses). Más valía no arriesgar,  estaba disfrutando mucho y no quería que nada me fastidiara ese momento.

 

Al pobre Javier se le veía agotado, así que le dije que se echara un rato (joer, casi se lo tengo que exigir) es un pirata siempre dispuesto a estar ahí pa lo que haga, y le daba apuro dejarme sola, pero sus ojeras hablaban por él chivando su cansancio.  Así que al final tras mucho insistirle le convencí para que diera una cabezadita abajo, se echó un ratito y yo seguí aferrada a la caña como si ésta fuera mi más valioso bien.

 

Fue una mañana preciosa en la que el levante hizo volar a mi Cachalote. Estoy orgullosa de mi barco, me ha sorprendido muchísmo su comportamiento. Le tenía cpor un barco tranquilón, muy “pachorra”. Este finde he tenido la sensación de que el viejo Cachalote recuperaba toda su juventud,  ¡qué digo! su niñez. Le he sentido más que nunca, en serio. Su modo de moverse, el ruido de las olas contra el casco, la estela que dejaba atrás. Sí, no sé si es que me pasé con el ron, pero he visto a mi barco sonreír feliz de volver a ser por fin lo que en su día fue: un buen barco.

 

La mañana transcurrió bien, Javier despertó en seguida pero con el rostro más descansado. Preparó café, y unos bollos de pan con aceite y jamón. Pero el viento se puso tonto, y aflojó hasta convertirse en leves rachillas que nos impedían avanzar. Llamamos a epops y a pampano porque conocen el motor y quizá nos pudieran orientar. Son geniales. Rafael estaba en el puerto y nos dijo que en caso de tener problemas pa entrar al puerto a vela, nos abarloásemos al muelle de cortesía y él nos remolcaría con su pequeño gran pampano. No hizo falta. Javier desmontó el motor y limpió una bujía que estaba llena de aceite. Problema arreglao, el motor volvía a dar la lata con sus feos gruñidos. ¡¡Qué alegría llevar a un hombre a bordo!! Yo ni siquiera sé (aún) donde están las bujías ni qué son exactamente.

 

Abrimos unas latas y una botella de Marqués de Riscal Reserva de nosécuantos. Aprovechamos la tarde para seguir navegando a vela, no tenía ganas de volver, y no lo hicimos hasta que no se hizo de noche. ¡¡Joder!! Me costó muchísimo encontrar la entrada a Aguadulce con tantas luces alrededor. El cansancio empezaba ya a hacer mella. Nos despedimos allí en el Puerto. Javier tenía que descansar para regresar a su casa al día siguiente. Y yo también.

 

Me ha quedado un buen sabor de boca con la visita de un cofrade. Nunca he estado tanto tiempo navegando, me refiero a navegar de verdad,  a vela.  Han sido 25 horas ininterrumpidas a la caña, en el mar, sin motor, sin agobios, sin prisas. Sí, mi 1ª salida nocturna ha sido maravillosa. Gracias, Piratacojo, por tu paciencia, tu saber estar y por hacerme reír. En el Cachalote siempre serás bienvenido.

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