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Carena

Rescate en Carboneras

Rescate en Carboneras

"pero todavía tengo el poderío
de ponerle lindes a este mar bravío
y a esta luna que se mengua,
de lavar heridas con solo un lamido,
de matar quimeras si hacer ni un ruido,
de perderte por la lengua..." 

(Marea)

 

Este último finde ha sido algo distinto.  

El viernes 20 volvió a venir Javier, el Piratacojo, a las áridas tierras de Almería. Siempre es una alegría tenerle por aquí, cuanto más se le conoce más se le quiere. Ese viernes a mediodía me llamó diciéndome que se iba a retrasar un poco en su llegada porque un camión le había dado un leñazo al coche. ¡Y menudo leñazo! Cuando vi el coche… ¡estaba destrozao!. Pero bueno, Javier siempre con la sonrisa en los labios le restó importancia al asunto, me dijo que seguía su ruta hacia el sur, porque volverse a casa no le iba a solucionar nada y  prefería estar cerca del mar. Ese chico lleva salitre en las venas, os lo digo yo, que lo voy conociendo.

Nada más llegar ya estaba revisando cosas en el barco. El fueraborda, al estar subido en el soporte se había quedado inclinado a babor y no había modo de ponerlo derecho. Me viene bien todos esos arreglos, pero prefiero que se relaje y disfrute de su estancia, aquí se viene a navegar no a currar. No trasnochamos, queríamos salir al día siguiente temprano y debíamos hacer algunas cosillas antes. Cenamos en el bar de Manolo, una de sus frituras de pescao, mientras a nuestro alrededor pululaban un par de gatos del puerto con cara de hambre. Después a dormir. 

La mañana del sábado le llamé temprano para quedar. Javier conoció a  un marinero, supe en seguida que era Elías. Javier le vio en el pantalán y le llamó preguntándole sobre el motor que no giraba, y a gritos, como en su día le dijo a Miguel Epops le  soltó sin mirarlo: -¡Es que esos motores son mu malos!. Cuando me lo contaba Javier me tronchaba de risa. Fue lo mismito que le dijo a Miguel.  Javier es el chico de las onomatopeyas. Cuando narra alguna cosa la ilustra con muchos plof, zas, placas… y resulta de lo más gracioso, tiene unas caídas buenísimas.

Perdimos la mañana del sábado entera dando vueltas. Desayunamos en la Habana del Zapillo. Fuimos a comprar algo de pan y ron (entre otras cosas) para la travesía. . Repostamos. ïbamos sobrados de gasolina, llevaba el depósito de 25 L a medias y nos hicimos con 40 litros más. Pasamos por una motonáutica para comprar las bujías y allí compré también aceite. 

Ya en el barco Javier cambió las bujías y las que quitamos las guardamos por si acaso puesto que aún funcionaban. En ese momento le llamó Bernardo y al enterarse que estaba en Almería se apuntó. Nuestra idea era salir esa misma mañana, pero ¡qué demonios! Merece la pena esperar si es para que alguien más pueda navegar. Así que al final Javier y yo nos quedamos a comer en el puerto, una paellita buenísima, y un pacharán digestivo.  

Bernardo quedó en que llegaría sobre las 6,  así que fuimos al barco tras comer y pusimos musiquita, hablamos de lo humano y lo divino nuevamente con una copita de crema Bailleys. Montamos el wc  portátil del lidl, que aún estaba sin estrenar, más que nada porque las chicas lo tenemos más complicao para hacer pis a bordo (o por la borda), y también porque pensé que quizá Bernardo, que es jovencito le cortaría orinar delante mía. De lo que se trataba es de pasarlo bien sin que nadie se sintiera incómodo.  

Bernardo llegó con 2 horas de retraso, alegando que le habían dao un porrazo por detrás en el coche, afortunadamente no pasó nada puesto que el porrazo fue por detrás y llevaba bola de remolque. Ya lo teníamos todo preparao pa soltar amarras. Pusimos rumbo al cabo, el viento de poniente había amainado bastante. Llevaba ya 3 días pegando muy fuerte. Mis dos hombres de a bordo no se parecen nada entre sí, son completamente opuestos. Javier más de cuarenta, moreno, pequeño de constitución, delgado y nervioso. Bernardo menos de veinte, rubio, grandote de altura y anchuras y tranquilón. Yo era algo así como la parte intermedia, 31, pequeña, ancha Burla con tetas y sin pene.

La noche estuvo bien, tomamos algo, charlamos, reímos, puse el cd de los Deep Purple. Y tuvimos que tirar de motor. Yo me acomodé en un rincón de la bañera, había tenido una semana dura y estaba cansada. Entré en uno de esos duermevela en los que a ratos pierdes la consciencia y entras en una relajación total, en la que oyes voces como si fueran muy lejanas. Llegó un momento que el sueño me venció y eché una cabezadita. Desperté envuelta en una mantita. No pregunté quien se encargó de arroparme, doy por hecho  que fue Javier, que siempre está atento a todo.

Bernardo, el junior de la tripu se bajó a dormir,  fue entonces cuando Javier y yo decidimos emprender la vuelta, puesto que el niño había dicho que debía estar en casa para la hora de comer, así que mejor ir tranquilos. Javier no me quiso dejar sola, y se acopló con el saco de dormir en la bañera no sin antes hacerme prometerle que a la mínima que me viera dudosa le despertara. Al menos resulta traquilizador llevar a alguien al lado, aunque me apuraba porque era una noche fría y la bañera es incómoda para estar mucho rato tumbao.

La verdad es que ese rato lo disfruté, como siempre que me quedo allí en silencio, aunque me costó mucho vencer el sueño, los ojos se me cerraban y fue algo duro, tenía que centrarme en el barco, en esos momentos era la responsable de llevarlos de vuelta a casa. Para colmo un puñetero dolor de ovarios y riñones empezó a agudizarse, ¡estamos buenos! La regla se adelantó, tan inoportuna como siempre. Quería bajar a ponerme un tampax pero los dos chicos descansaban. Pasé un mal rato, el dolor era fuerte y el sueño me amenazaba, esperando pillarme en el mínimo descuido. Fueron momentos que se me hicieron eternos.  Pero, comprobao, ser pirata no está reñío con ser mujer. Y una es mu mujer ¿alguien lo duda? Burla

Al fin Bernardo despertó y asomó la cabeza medio endormiscao y creí ver a Dios, le dejé a la caña en cuanto subió a la bañera, ni tiempo de espabilarse tuvo. Quería cambiarme de ropa interior, y de paso de pantalones, demasiado finos y mojados por la humedad de la noche. He descubierto que llevar toallitas húmedas de bebé a bordo te puede servir para mil cosas aunque en esos momentos lo que más ansiaba era agüita caliente y jabón. Busqué una pastilla de ibuprofeno para aliviar el dolor que no menguaba y volví a la bañera del cachalote.  

Le pedí a Javier que bajara a descansar un rato, que ya me quedaba  yo con Bernardo. Este puso en marcha el motor. Me acoplé en la bañera con el niño y cerré los ojos sin dormir, a la espera de que el anti inflamatorio que acaba de tomar aliviara algo el dolor. Al rato me vino olor a quemao, miré el motor y es que al arrancar no había metido el botón ese del aire, starter creo que es,  del que se tira antes de arrancar. Se lo comenté al niño, y me dijo que no tenía importancia, él sabría más  que navega casi siempre a motor pero aún así le dije que lo cerrara  pa quedarme más tranquila. 

Habíamos dado caña al motor y el consumo de gasolina se notó. ¡Sólo quedaban 10 litros! Así que decidimos ir a vela aunque el viento no nos era favorable, debíamos dejar ese combustible para caso de emergencia. Amanecía y ya estábamos a punto de bordear el cabo para pasar a la bahía. La corriente de poniente nos hacía avanzar muy poco, y Bernardo empezó a ponerse nervioso. Nos recordaba constantemente que él debía estar sin falta a mediodía en casa. Algo no me cuadraba en sus nervios, y le pregunté lo que me temí nada más verle en ese estado: -¿Saben tus padres donde estás?.  El niño había dicho a sus papis  que se iba de cena con amigos a Águilas. ¡Jodeeeerrrrrr! Todos hemos podido meter trolas a los padres, sobretodo yo  que cuando estaba en plena edad del pavo mis padres no eran estrictos, eran la santa inquisición, pero en ese momento pensé que irse a navegar con unos desconocidos a otra ciudad sin siquiera comentarlo a nadie es algo serio. No es lo mismo salir al mar en un barquito de vela que irse de juerga con los amigos en tierra firme. O tal vez para mi no era lo mismo porque era mi barco y en cierto modo me sentía responsable de un chaval tan joven.

Arrancamos el motor para avanzar un poquito más rápido, solo el tramo que nos faltaba para cruzar el cabo, y el motor dejó de funcionar. Berna se puso un poco nervioso. Insistía en que llamásemos a Salvamento Marítimo, idea a la que me opuse, puesto que no había motivos. Pensé: vamos en un velero, navegamos, lentos pero navegamos, no corremos ningún peligro, ¿cómo vamos a llamar a Salvamento Marítimo? No, definitivamente evitar las broncas de unos padres no era motivo para movilizarles, más aún cuando están ahí para sacar a gente que esté en apuros de verdad. Le tratamos de tranquilizar explicándole que no pasaba nada, que sólo iba a llegar tarde a casa, le dijimos que llamara a casa antes de que fuera tarde para evitar que su familia se preocupara. El llevar a un crío en un barco sin que lo supieran sus padres era algo que me incomodó mucho. Y no me gustan esos marrones en mi barco, y se lo dije para que la próxima vez no metiera a nadie en ese lío.

Intenté darle un "suave" sermón, y me acordé de aquella vez con 17, que le dije a mi madre que iba a dormir el finde a casa de Sonia, y tiramos pa Zaragoza en plenas fiestas del Pilar, y de aquella vez que me fui pa Murcia en la misma moto del mismo churri que en esa época me tenia tontita. Aissss como me gustaba la edad del pavo, todo el día en una nuebe. Aunque... ahora quelo pienso, las cosas ocambian mucho. Yo también le he metido trolas a mis padres para ir donde no me dejaban (no me dejaban ir a ningún lao). Pero el mar… joder es distinto, sabes cuando sales pero no cuando vas a regresar. Y suponía que este niño debería saberlo, puesto que ha navegao. El problema es que por mucho que navegues, si no maduras pues no sirve de nada.  Tal vez es que me hago mayor, y veo las cosas desde otra perspectiva. Aunque claro, el fallo es mío por considerar que podía tratar a ese chaval como a un adulto, ahora en frío lo pienso y digo: 19 años, estudiante, no ha volado aún del nido... es un niño. Pero eso sí, seguiré llamándole al orden cuando sea necesario, porque hay que espabilarlo un poquillo y porque soy así de machacona.

Tuvimos que acercarnos a unos pescadores tras la insistencia de Berna para preguntarles si nos podían remolcar al cabo, aunque  ya sabíamos la respuesta de antemano: Estábamos allí, navegando a vela, no había peligro, y ellos estaban echando una placentera mañana de domingo con sus palangres y demás avíos de pesca. Los pescadores dijeron que estaban pescando, que les preguntásemos a otros que hubieran por allí. Bernardo lo intentó, haciendo señales con los brazos a todos los  que se arrimaban pero nadie nos hizo caso. Hubo un momento al verle moverse así que pensé pa mi: si nos cruzamos con un Quijote seguro que le confunde con molinos de viento que se transforman en… ¿en qué se transformaban los molinos del Quijote? Ufff que lapsus, ¿llevaría alguna sustancia alucinógena el red bull? supongo qué no sabía ya en qué pensar.   

Lo intentamos por radio pero tampoco respondían. El niño empezó a asustarse. Tenía miedo, pero no a que nos pasara algo, puesto que no corríamos peligro alguno, sino a la bronca que le iba a caer en casa. Empezó a sudar y  se pellizcaba los dedos nervioso, y  los metía dentro del winche. Verle así me ponía nerviosa, era una situación incómoda para todos. Sugerí la posibilidad de bordear el cabo alejándonos más de la costa, que igual no habría tanta corriente pero desecharon la idea,  y yo ahí me tengo que callar porque soy la inexperta.   

Llamé a Federico, que conoce la zona, y sale con los alumnos de PER a las prácticas por la bahía. Pero no estaba en la zona, ni siquiera cerca del mar. Llamé al cofrade Frank, que también conoce la zona y a mucha gente, pero no di con él hasta la noche. Y finalmente llamé a mi querido Rafael, que me daba mucho apuro porque siempre le molesto, pero temíamos que al niño le diera algo, comentó  que se podía poner malo en cualquier momento, que si es hipertenso... Y no quería llamar a Salvamento Marítimo y mucho menos por una crisis de pánico filial.   

Rafael nos dijo que iba a disponer todo para salir a buscarnos con su Pámpano. Que tardaría el tiempo de ir al puerto, agarrar chalecos y demás material de seguridad, y repostar. Al fin la cara del niño cambió, hasta el color, se recuperó nada más saber la noticia. Si quieres gozar de buena salud ten un teléfono móvil a mano.Ya estaban todos los (sus) problemas resueltos y al fin accedió a llamar a casa pero para  excusar su retraso. Hubiera preferido que dijera la verdad, más que nada por si seguían surgiendo contratiempos, no me gustan las mentiras, pero bueno, pa la próxima a los jovenzuelos les pediré una hojita con una autorización  firmada de los papis como esa que nos metían las maestras en la cartera del cole de pequeñitos antes de ir de excursión.  Pero bueno, respiramos tranquilos y las caras largas desaparecieron.

 Como ya volvió todo a la “normalidad”, comimos tranquilamente mientras seguíamos intentando avanzar a vela. La corriente era criminal cuanto más nos arrimábamos al  cabo, más nos hacía retroceder. Al cabo de una hora llamó Fede que estaba preocupado. Me sentía mal por haberle dado un susto. Y también llamó Rafael, que iba a bordo del Pámpano, para exponernos como estaba la situación por Aguadulce. Había fuerte marejada, olas de más de un metro, la mar completamente blanca de borreguillos, el poniente pegaba muy fuerte y demasiada corriente. Y la cosa pintaba a peor. Aún así preguntó que tal estaba por nuestra zona porque iba de camino. Dudaba  si podría traernos con ese tiempo. Nosotros estábamos tranquilitos,  con borreguillos muy muy dispersos, el único problema que teníamos era la corriente, demasiado fuerte para avanzar a vela. Noté a Rafael  inseguro, cosa muy normal por lo que nos contó, así que le dije que se diera la vuelta y que ni se le ocurriera venir. No estaba dispuesta a que Rafael se la jugara. 

Bernardo en ese momento tuvo una reacción algo egoísta, o tal vez infantil.... Lo 1º que dijo fue ¿y MI RESCATE QUÉ?- ¿Su rescate? Hay que joderse ¿qué rescate? El único peligro que corría en esos momentos era que su padre le diera un buen par de hostias que  igual hasta le hubieran venido bien pa espabilarse. En esos momentos sentí fastidio, pero Javier se mantenía sereno, y esa tranquilidad que transmitía me ayudaba a contenerme, enfadarme dentro del barco no iba a solucionar nada,  sólo crearía más tensiones. ¿Sabéis la mala hostia que puede llegar a gastar una mujer con la regla en un espacio tan pequeño cuando se enfada? "Semos" peligrosas. Me sentía mal conmigo misma: había sacado a un cofrade  al mar con un temporal de poniente a jugársela, y él corría más peligro que nosotros. Había forzao el motor hasta el punto de romperlo. Hice que Federico se tirara toda la tarde preocupao tras mi llamada. En cierto modo se torció finde que se presentaba la mar de tranquilos. Y todo por no tener el barco a son de mar y haberme cerciorado de que nadie tendría problemas en caso de que se complicaran las cosas. 

Al final no nos quedó otra que hacer lo que hubiéramos hecho en un principio de no ser por las prisas, poner rumbo pa San José, más en esos momentos que sabíamos que nos venía una buena del otro lado del Cabo. El plan: Buscar  refugio allí tranquilos y  pagarle un taxi al niño hasta Aguadulce para que recogiera su coche y se fuera a casa. Así que pusimos rumbo al Este y con las velas a orejas de burro avanzamos a toda leche. El mar estaba empeorando por momentos, y nos pasamos San José sin darnos cuenta. No íbamos muy pegaos a la costa ni llevábamos gps. Siempre me hablaron de las corrientes del cabo pero ¡¡es peor de lo que imaginé! Tardamos 3 o 4 horas desde  pasado el faro de cabo de gata hasta carboneras, un tiempo récord pa mi cachalote. 

Pero bueno, estábamos ya cerca de un puerto, así que daba igual si era San José, Carboneras, o Gibraltar (español). En fin… entrar a Carboneras fue toda una odisea. Hay 3 puertos. Los 2 primeros comerciales,  uno de energía y el otro de cemento. El pesquero no lo veíamos, era el último que lindaba con el pueblo. En los 2 primeros apenas había luz. El tiempo estaba muy feo, mucho viento, demasiada corriente y poco gobierno sobre el barco. Entramos en los dos. Apenas veíamos nada, los muelles eran muy altos, salimos de allí. En la bocana del segundo el viento nos llevaba donde quería, tanto que empujó a mi cachalote hacia un espigón de enormes y espantosos bloques de hormigón. Fueron  instantes que se me antojaron a cámara lenta. El barco se iba irremediablemente contra las rocas, y yo ahí, en el balcón de proa con un inútil bichero en la mano pensando: -¡Se acabó, se va todo al carajo! 

No sé ni como, pero si existe Dios esa noche estuvo de nuestra parte. Javier rápidamente trató nuevamente de arrancar el motor y  ¡¡arrancó!! Aún así la corriente era más fuerte, y seguíamos directos hacia el espigón. A falta de unos metros escasos, casi podía tocar las piedras el barcó logró salir de la bocana. En ese momento me bloqueé, tenía el corazón a mil, latía tan fuerte que amenazaba con reventar. Mi primer susto naútico. Probablemente me vino bien, no me asusta el mal tiempo, me siento segura en la mar, pero ese momento, aún lo tengo presente. 

La situación no mejoraba, así que llamamos a la guardia civil del puerto, para que nos orientara, y puesto que ese es un pueblo pequeñito, para ver si algún marinero de la zona podía salir a ayudarnos. Nos atendieron amablemente, y nos dijeron donde se encontraba la entrada al puerto pesquero, ya que no dábamos con ella. También nos cruzamos con un pescador ,  a unos 300 metros del puerto , pero nos dijo que no podía remolcarnos, y era cierto. Nos avisó que anduviéramos con cuidao al entrar con la piscifactoria que había al lado, y que le siguiéramos visualmente para ver el modo de entrar. Parecía fácil, y el viento ahí a resguardo parecía amainar. Pero sólo parecía. Cuanto más cerca estábamos de la bocana, más ingobernable era el barco, literalmente nos tiraba patrás y a vela hacíamos lo que podíamos.  

Bernardo no veía el momento de llegar a tierra, se le veía ansioso y me preguntaba por los números de taxi . Javier se mantuvo en su línea, sereno  pero hubo un momento en que se le empezó a agotar esa infinita paciencia de la que hace gala. Yo bajé a llamar a los de protección civil y el niño no sé donde estaba. Y escuché un tono serio de voz de Javi por 1ª vez llamándonos al orden, y con razón. Cada uno íbamos a lo nuestro y nada hacíamos productivo. 

En tanto esperábamos a que vinieran por nosotros seguíamos intentando avanzar. A mi me preocupaba acercarnos demasiado a tierra porque aún estaba fresco el susto del espigón. Estábamos cansaos pero ya tranquilos. La zodiac nos remolcó y nos dejó amarraos en  la gasolinera del puerto pesquero.  La policía Local del pueblo esperaba para tomarnos los datos. Antes de que pudieran acercarse a hablar conmigo Bernardo ya había saltao del barco a pedir que les llamaran un taxi, estaba loquito por irse a casa. Javier como siempre haciendo amigos, se enrolló con los de protección civil, unos chicos muy majos, y les habló de la Taberna, y da gente tan estupenda que allí entra, les invitó a unirse a ella y les contó un poco nuestra historia. Desde luego como relaciones públicas no tiene precio. Uno de los voluntarios es motero y comentó que en su colectivo pasa lo mismo, se conocen entre todos de un modo similar. 

Mientras un poli me tomaba los datos el otro trataba de encontrar un taxi pa Bernardito. Lástima que no dieran con ninguno en servicio en el pueblo tan tarde y tuviera que esperar una hora más a que nos recogiera uno de Almería, pero a mi me vino bien porque no estuve sola. Recogimos un poco, y fui a darles dinero a los voluntarios de Protección Civil. No quisieron aceptar nada a pesar de nuestra insistencia. Nos dijeron que le mejor modo de agradecérselo era mandandando una carta de agradecimiento al ayuntamiento de carboneras. Ni qué decir tiene que agradecería a todos que colaboréis apoyando a esos chicos, que su labor bien lo vale, bien con cartas o e-mails o como se os ocurra. 

Finalmente tomamos un taxi hasta Aguadulce, el punto de salida de esta aventura. Bernardo salió corriendo, me dio 2 besos mientras me encargaba de sacar las mochilas del coche y hasta la fecha. Javier y yo nos fuimos para Almería. Estábamos agotaos, pero aún así fui incapaz de pegar ojo sabiendo a mi cachalote tan lejos. No sabía que pasaría, que me encontraría cuando fuera a por él. Y tenía que arreglar el motor, me comprometí a cuidar bien de él. Y hacia una y mil listas mentales de todo lo que necesitaba mi barco con urgencia. Y pensé en lo que pudo llegar a pasar. 

Eso sí, he salido de ésta, y con la lección aprendida: el barco siempre a son de mar. Y no sólo eso, ahora sé que he de ser más selectiva, saber a quien subo a bordo del barco, que la gente es muy "guachi" en tierra, pero para navegar has de mirar muchos otros aspectos de las personas. Es preferible quedar un poco mal no admitiendo o exigiendo ciertas cosas antes de subir a algunos que terminar mataos vivos después de una travesía. Ahora también sé que si la cosa se pone fea yo soy la armadora, así que se hace lo que yo decida y por lo tanto he de ser más firme en mis decisiones y cortar el rollo desde un principio a los que se pongan tontos. Este finde hemos sido una tripu muy dispar unos de otros, y en los malos momentos las diferencias se hacían más evidentes aún. A ambos cofrades les debo dar las gracias, porque cada uno en su línea me ha enseñado qué actitud debo tomar en un futuro al mando del cachalote. 

¡Ah! Y casi tengo un master ya en bujías: limpieza reparación mantenimiento y cambio. Y ahora que lo pienso… me pregunto qué tal me sentaría un mono de mecánico Guiño 

 

3 comentarios

PC-Carboneras -

Feliz año de parte de toda la agrupación!. Si sigue en píe la invitación a la taverna decidnos dia y hora, jejeje.

Un abrazo!

iorpi67 -

Hola Polen, mi entrada aqui se la debo a mi intento en dar una explicacion de las orzadas de tu barco. Gracias por este rincon al que seguire entrando que hay mucho para leer.

Un abrazo

iorpi67

chifle -

Me caigo de sueño pero he aguantado en tensión todo el relato de un tirón.
Sabias lecciones has aprendido de esta tu última aventura. La próxima vez, aplicado todo lo aprendido, mucho mejor.
Besos