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Carena

Otra semana más

Otra semana más

3, 4 y 5 de noviembre   

 Me tiré toda la semana con una muela dándome tormento. El viernes no fue mejor. Pero estaba contenta. Javier volvía para ayudarme a llevar el Cachalote de nuevo a su puerto. El Plan: haríamos noche en Carboneras,  y por la mañana se nos uniría Frank. El parte no era bueno, daba mucho viento, aún así, Javier y yo conservábamos la esperanza de volver a salir al mar.ç

 A Javier le gusta el mar tanto como a mi. ¿Más? No creo que pueda gustar más el mar de lo que ya me gusta. Cada día esta pasión casi se está convirtiendo en algo obsesivo, me paso las semanas en la oficina, en casa, en la calle ansiando salir al mar. Cada vez más se está convirtiendo en una necesidad. He comprobado que es verdad eso que dicen de que la ausencia del mar da mono. Joder, me cuesta centrarme en el curro.  ¿Habéis sentido un flechazo de esos platónico-obsesivo  por alguien? ¿Os ha pasao que cuando os habéis enamorado soñáis aún despiertos  con esa persona? y al despertar ¿no es lo 1º que os viene a la mente esa persona? Llevo algunos meses que mi primer y último pensamiento del día es al barco, al mar, las olas, el viento… No me acuerdo del chico encantador con el que cené,  no al menos durante los primeros momentos de consciencia, eso se convierte en algo secundario. Lo primero es el barco. 

Tal vez mis ganas aumenten más porque mi barco ha estado lejos. Tal vez es que esté perdiendo el juicio. Pero no, desde que salí mi primer finde completo, desde que he pasado más de un día sin pasar tierra, ya nada es lo mismo. Se está bien allí fuera. Se olvida todo. Es como entrar en otra dimensión, te dejas los problemas en tierra, no hay coches, no hay humo, ni ruidos. Y el tiempo pasa tan rápido, tan, tan rápido que…. No me importaría envejecer en 4 días si estos son tan felices. 

Llegó Javier sobre las 8 de la tarde y fuimos pa Carboneras. Lo 1º buscar el lugar que había elegido para alojarnos. La casa de Rosa, frente al mar, las paredes de sus habitaciones son amarillas, y en ellas resalta el azul profundo de los marcos de las ventanas. Es una casita blanca, y su salón tiene una estantería repleta de libros a disposición de sus huéspedes. En la casa de Rosa no hay teléfono,  ni tele, solo ventanas que miran al mar. Es un buen lugar, tranquilo en estas fechas. Quiero volver allí y conocer a Rosa algo más. 

Esa noche cenamos pescaíto, y nos tomamos algunas copas. En un bar encontré a alguien que conocí hará por lo menos 10 años. Nos acompañó toda la noche. Casi amanecía cuando fuimos a dormir. Al día siguiente el levante seguía arreando con fuerza, y no tenía previsto darnos cuartelillo. Comimos con Frank y la tarde la echaron estos 2 piratas con sus portátiles, explorando los secretos del maxsea. Yo disfruté de unas horas de gandulitis, y me eché en la cama mientras ellos seguían a su rollo.  Después fui a dar un breve paseo por la playa,  fue breve porque allí encontré a Quico, que está al frente del puerto, y ya le llevé a que saludara a Frank y Javi. Quico es un hombre afable, encantador, excelente anfitrión de marinos que  ha acogido a mi barco. Se ha portado  genial conmigo, la verdad es que da gusto conocer gente así, y ha hecho  que me sienta mas tranquila. 

Nos acostamos temprano. Di bastantes vueltas en la cama y me levanté algunas veces a mirar el mar desde la ventan. Una tormenta con un viento criminal que duró casi toda la noche apagaba las pocas esperanzas que me quedaban de poder llevarme a mi Cachalote. Otra semana más en tierra, de desvelos de calentamientos de cabeza. Y otra semana más sin navegar. Al final no fue posible.

Regresé una vez más a casa en coche, triste y muy desilusionada. Otra semana más en tierra.

1 comentario

Androgen -

De platónico nada... Tú le haces el amor a tu Cachalote y al Mar cada vez que navegas con/en ellos... Menudo trío delicioso. :)

Un abrazo