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Carena

El regreso ¡por fin!

El regreso ¡por fin!

10, 11 y 12 de noviembre 

Esta semana, hablando con Frank me dijo que de ese finde no pasaría, traeríamos el barco de vuelta a Aguadulce. Llamé a Javier un día antes, a pesar de que me daba reparo hacerle bajar de nuevo de Madrid, ocasionarle molestias con tanto viaje. Pero él me hizo prometerle que en cuanto dispusiera el regreso tenía que llamarle. Me juró y perjuró que quería traer mi barco, que le disgustaría no ser partícipe de esa travesía. Ese día también me llamo Miguel Epops, y aprovechando que teníamos previsto el viaje se unió al grupo. ¡Fantástico! Ya tenía ganas de salir a navegar con un hombre con su experiencia 

Solo me quedó una espinita, y es que alguien que empezaba a conocer, Miguel también se llama, se tuvo que quedar en tierra puesto que éramos demasiados para un barco tan pequeño sobretodo contando el estado en el que se encuentra el barco. Este Miguel es alguien que tiene muchas muchísimas ganas de navegar. Lo peor de todo es que a última hora Frank no nos pudo acompañar, y alguien desilusionado se quedó en tierra.  

Javier llegó la noche del viernes, y se vino a cenar con mi amigo Rafa y Vanesa. Nos pusimos moraos en el Asador La Sabina, que es el único lugar en el que soy capaz de comer gulas La velada fue encantadora, Rafa es un amigo de los de toda la vida, y su mujer todo lo que tiene de guapísima lo tiene de encantadora. Después de la cena copitas y desmadre, con lo cual a la mañana siguiente bien temprano llegamos a recoger a Miguel hechos unos zorros.  Al llegar a Carboneras tomamos un rápido café, compramos gasolina y ¡por fin salió mi barco de nuevo al mar!. ¡Qué ganas tenía! La travesía fue fabulosa, la pena es que el viento era muy suave, así que además de llevar izadas las velas tuvimos que tirar de motor para poder llegar esa misma noche a nuestro destino.  

Me gusta estar con Miguel, es un tío muy práctico y claro. Si algo le disgusta lo dice, no le van los paripés. Lo gente así me hace sentir cómoda, porque sé que dicen las cosas como las sienten, así cuando le pregunto si quiere algo o si está cansado me va a responder sinceramente y no me tengo que preocupar tanto de si estará bien o no. Javier en su linea, buen rollo siempre con él, aunque ese día estaba destrozao. Durmió bastante, creo que también debido a que se sentía más tranquilo sabiendo que un buen marino como Miguel nos acompañaba. 

Llegamos esa misma noche. Cansados pero felices. Cenamos en el bar de Manolo y después tomamos una copita en el Kacao, el barco de Miguel. Nos sirvió una copita de Pacharán que ha elaborado el cofrade Iruñaberri. Es el mejor pacharán que he probado en mi vida.

A la mañana siguiente nos entretuvimos en quitar el Génova de mi barco para llevarlo a poner la banda solar. También quitamos el fueraborda, que se lo llevaría Javier al cofrade Long, el cual  se ha ofrecido a darle un buen repaso. Javier habla maravillas de Long y de su habilidad para montar y desmontar cualquier cacharro que le caiga en las manos. Sigo sumando agradecimiento a todos estos piratas, no sé que hubiera sido de mi sin conocerles. 

A mediodía dimos cuenta de una paellita y tras una siesta reparadora en el cachalote Javier partió de nuevo a Madrid. Miguel se quedó pues esa noche llegaría su mujer y emprenderían un nuevo viaje, esta vez por tierra. Me gustó volver a tumbarme en una de las literas de mi barco, mirar el techo, sentir la sensación de balanceo tan suave. Todo volvía a estar en su sitio. Ahora me queda un duro trabajo por delante, aplicar la lección que he recibido tras esta travesía y ponerlo a son de mar. Y también cumplir con un compromiso con alguien al que le prometí llevarle a navegar y con el que será un placer compartir el mar y el viento 

Y en cuanto todo esté al día, volveré a Carboneras en mi barco, visitaré a Quico, pasaré una noche en la Casa de Rosa y pasearé de nuevo por las calles del pueblo que tan bien me ha acogido. Y haré lo posible para que esto suceda muy pronto.

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