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Roquetas-Motril : 45 nudos de placer

Roquetas-Motril : 45 nudos de placer

El Bahía de las Islas, un magnífico Hanse 411 tenía previsto hacer escala en Roquetas por un día. En su día Kaia, su armador me ofreció la posibilidad de hacer alguna etapa con ellos. La verdad es que fue un honor, pero por mi esclavitud laboral pronto  lo descarté.

 

Eso sí, no iba a dejar pasar la oportunidad de conocerles y ejercer un poco de anfitriona en mis aguas, así que pregunté a conocidos de kaia qué tipo de vino le gustaba para quedar bien. Puesto que nadie supo orientarme me fui a la bodega La Marca, especialista en buenos vinos y delicatessens (para mi es el mejor lugar para comprar de Almería). Me decidí por un vino que a mi me gusta especialmente, un Protos reserva (no recuerdo si del 2001 o 2002). Para que la travesía se les hiciera más gustosa, compré un surtido de embutidos de Gergal, de buena y merecida fama y alguna cosilla más. Lo bueno de este local es que envasan al vacío los embutidos, garantizando así su mejor conservación.

 

Me escapé del trabajo el miércoles a media tarde, con mi lote-regalo. Y allí los encontré en buena compañía: Pámpano es un perfecto anfitrión. El Bahía las Islas es impresionante, precioso barco, de verdad. En cuanto a la tripu, la primera impresión que me dieron fue muy buena, y eso que siempre que conozco a alguien de primeras me mantengo a la expectativa. A bordo del barco dimos cuenta de unas cervecitas.

 

Y sin saber cómo dijeron: ¡vente!. Y sonó la alarma. ¡Dios! Me gustan los barcos, esa invitación llegó justo en el momento en el que dejaba volar mi imaginación, envidiaba su suerte, deseaba navegar. Me pasa siempre que estoy a bordo de un barco, algo se me remueve por dentro, no quiero bajar.  Repitieron su invitación y ya me descompuse del todo cuando pámpano dijo: “puedo acercarte a casa para que recojas ropa”. No lo pensé. Vivo a 40 km de Roquetas, me había acercado en taxi sólo para verlos, ni de coña se me había pasado ni por la imaginación irme a navegar ¡qué locura! Lo dejé todo, me olvidé de mis responsabilidades, del trabajo, de la familia, de lo pendiente.

 

 Quería navegar, en esos momentos lo necesitaba más que nunca. Rafa me dejó en casa, según subía las escaleras hacia el dormitorio iba llamando a un taxi para que me recogiera.  Tardé 5 minutos de reloj en meter algunos pantalones y camisetas en el bolso, neceser, sudaderas y chaquetón. No le di vueltas, fue todo a la carrera, sin pensar si me faltaba algo. Me iba, así, tal cual, a navegar ¿qué puede hacer falta ahí fuera?  El taxista, que es un conocido ya esperaba en la puerta, le metí prisa para que corriera, quería llegar lo antes posible. En cierto modo era una huída en toda regla, dejaba las pesadillas atrás, y me obligaba a no pensar, de haberlo hecho mi yo razonable me habría frenado en seco. Así que corrí, corrí  a más no poder para hacerme a la mar.

 

Llegué sobre las 10 al puerto, cenamos en plan raciones en un bar de pescadores Roquetero. Inmediatamente a dormir, pues zarpábamos de madrugada. El armador me dijo que no tenía que levantarme, que podía quedarme durmiendo. ¿Dormir? ¿pudiendo disfrutar de la navegación? ¿perdérmela?  ¡y un carajo! Además, no quería ser una tripuflower. Sé que no soy una buena navegante, que tengo todo por aprender, pero  poco aprendería durmiendo. Así que a la hora prevista una servidora estaba en pie con la ilusión de una niña en la mañana de reyes. Desayuno consistente y rumbo a Motril.

 

La noche no resultó nada fría, eso sí, la mar un poco revuelta. Me dejaron hacerme al timón, el Bahía tiene una rueda enorme y muy sensible, se me iba de rumbo frecuentemente, la verdad es que lo hice fatal, pero…. A navegar se aprende navegando, y ellos fueron pacientes y me explicaban y corregían los errores. Sé bien que a base de estas oportunidades aprenderé día a día, ¡cambia tanto un barco de otro! ¡sobretodo del suyo al mío!

 

Según avanzaba la mañana el poniente apretaba. Llegando a Punta Santacriff  teníamos 45 nudos por proa ¡mantenidos! Alcanzamos puntas de 55. Fue… ¡como explicarlo! ¡alucinante!. Claro, para mi todo era nuevo, jamás me había visto en una de esas, y aunque a alguno le extrañe disfruté ¡vaya si disfruté! Como nunca. La mar se veía ciertamente hermosa, las olas no se llegaban a formar, las cortaba el viento. El agua golpeaba en la cara, y fuerte, ¡joder, si hacía daño! Era impresionante, el agua, de blanca espumosa que se veía parecía hervir.

 

Enrique pasó buena parte de la travesía abajo, queda disculpado de las guardias, aunque no por ello deja de colaborar, siempre está dispuesto a hacer tareas, tiene buen talante. En cubierta Angel gobernaba su barco con una maestría asombrosa, pese al temporal. Él y Joaquín se encargaron de convertir esa dura travesía en un crucero de placer. Con Joaquín hablé mucho, de todo un poco, del mar, de la vida, de los proyectos del futuro… Siempre que les miraba encontraba una sonrisa afable, me sentía muy segura a bordo, no hubo miedo ninguno, sí mucha ilusión. Es sorprendente la seguridad que transmiten ciertas tripulaciones, tras haber navegado con Kaia y Joakin sé que con ellos me iría al fin del mundo con los ojos cerrados, son los compañeros de navegación perfectos, en todos los aspectos, tanto como buenos marinos como excelentes compañeros.

 

Llegamos a Motril  justo a mediodía, calados hasta los huesos a pesar de ir equipados. Allí mismo en el pantalán, nada más atracar nos desprendimos de las ropas mojadas y las cambiamos por ropa seca. Javi estaba allí esperándonos con un par de botellas de vino de mi tierra, y Kaia preparó una deliciosa pata de cordero de la que dimos buena cuenta. No esperamos ni  a ducharnos, estábamos hambrientos. Después del café una ducha de agua caliente nos terminó de dar la vida. Posteriormente decidieron echar una cabezadita, aunque yo me enredé primero a hacer otras cosillas pues no acababa de vencerme el sueño.

 

Al final llegó la morriña y no sabía donde meterme. Kaia en su camarote, y Joakim se metió en el que yo había dormido, quedaba otro pero me daba apuro meterme por si dejaba a Enrique sin litera, además de que tenía la sensación de usurpar un lugar que no tenía asignado. Así que con algo de reparo me metí en el que estaba Joakin, en un rinconcito tratando de no despertarle. Pero este chico por lo visto duerme con un ojo abierto y otro cerrado, y me dijo que me tapara con el mismo saco. Yo es que soy algo corta y me daba corte meterme ahí debajo de buenas a primeras. Uff, me venció el sueño enseguida. Fue corto pero reparador. Al despertar acabé  acurrucada en el regazo de Joakin, charlando con él. No era nada sexual, no, para nada.. Y no porque Joaquín no sea atractivo, está fenomenal. Simplemente no había ese tipo de atracción, lo vi desde un principio como un compañero, era una sensación de bienestar, me sentía muy a gusto, sin más. Creo que él lo definió a la perfección: era calor humano. Joder que bien sienta que te abracen, y más en los momentos en los que lo necesitas, aunque él lo ignorara. Esta escapada me ha pillado en un momento crítico, por eso ha significado abrir una ventana de par en par para dejar entrar aire fresco, y lo ha entrado en forma de brisa marina.

 

El jueves por la noche estabamos pendientes de la meteorología para seguir hasta nuestro próximo destino: Algeciras. Pero el ponientazo no dio tregua. Yo estaba ahí, a la expectativa, cabía la posibilidad de esperar y al día siguiente llevar con Enrique y Javier el barco, pues debido a que Joaquín debía estar sin falta el domingo en Bilbao no podían demorarse. Y ahí estaba yo, esperando para proseguir o volverme a casa. Hasta que una nueva invitación lo cambió todo: me ofrecieron la posibilidad de subirme con ellos a Bilbao y conocer algo que anhelaba desde hace mucho: El Cantábrico. Pero eso… se queda para otro post

2 comentarios

naveganteglenan -

Hola Marga. Es la primera vez que leo tu blog, al que he llegado desde joan sol. Me ha gustado mucho tu descripción de la mar embravecida... y de las buenas sensaciones que tuviste. A mí me ha pasado lo mismo algunas veces. Cuento algo parecido, aunque no tan emotivo :-) en 2 post etiqutados como CG20000801.

Suerte y buen viento por el Cantábrico :-)

Joan Sol -

Hola, Marga!
Emocionante travesía, sin duda. Gracias por compartirla. Seguro que has adquirido una experiencia muy valiosa, sobre todo de navegación con tiempo duro. Sólo por eso ya valía la pena el viaje. Bueno, por eso y por la compañía, porque en un barco la camaradería es fundamental. Se agradece mucho que el día que tienes el estómago revuelto y no te atreves a bajar a la cabina, alguien te prepare algo de comer o te releve de tu guardia. En fin todo eso que se hace con generosidad y pensando en el otro. Yo he hecho unas cuantas travesías con 12 personas a bordo y, a pesar de las estrecheces, siempre han estado muy bien, porque en todo momento se mantuvo el espíritu de equipo y de camaradería. La experiencia del patrón para infundir confianza y seguridad a la tripulación es fundamental. Y, por lo que cuentas, a bordo del "Bahía" se dieron esas condiciones, con las cuales la navegación se convierte en un disfrute.
¡Cada día te veo más pillada por el mar, amiga mía! Lo duro luego es volver a tierra. Yo, después de una de estas salidas, me paso unos cuantos días sumido en un estado de profunda melancolía, pensando sólo en volver al mar.
Hasta pronto y que lo disfrutes.