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Carena

Pueblo de mar

Pueblo de mar

Qué os puedo decir… la frase es muy repetida… se navega en la mar, en el cielo y en tierra…

El Angel Guardián soltó amarras el lunes, el estado de la mar impidió llegar al destino en principio previsto: Melilla. Pero a cambio, la nueva ruta me compensó con creces: Raf, el armador del Angel Guardián decidió poner rumbo a Carboneras y… qué queréis que os diga, siento debilidad por ese pueblo.

 

El pueblecito, así llaman a Carboneras, es un pueblo de casas blancas, un pueblo de pescadores, jabegotes, huele a mar, a pescado, su gente es llana, se vuelca con los forasteros que llegan en yates (así llaman a los veleros). En cualquiera de sus bares el pescado es fresco, la cerveza más fresca aún. Y paseas por el puerto, por  sus bares y siempre están atestados. Hablan de fútbol pero también de pesca. 

Ha dado la casualidad que al llegar hemos coincidido con el paro biológico obligado de los pesqueros. El puerto estaba atestado. Y me he tenido que enfrentar a una de mis fobias: saltar de un barco grande a otro me da pánico. Un amigo que me conoce bien me llama tonta:¿”pero como te puede dar miedo saltar de un barco a otro y no tirarte al agua desde  el  tuyo  sin saber nadar? Pues sí, es una fobia, miro abajo, tan altas sus regalas, y veo un espacio tan pequeño que de pensar que puedo caer ahí en medio el corazón se me pone a mil, anoche a la hora de subir a bordo del angel guardian eran tres saltos los que tenía que dar: del  muelle al vitorino, del vitorino a otro grande y de ahí a n uestro velero… y decidí que me iba a un hotel. Raf se partía de risa, pero yo temblaba… miraba abajo y en serio, no podía. Y nada, a base de  saltar yo sola(me obligo, qué remedio) voy perdiendo el miedo. Incluso hoy he ido solita a pedir sal a nuestros vecinos ¡qué majos!

 

Esta tarde he salido a pasear sola. Siempre necesito mi espacio, sobretodo en este pueblo. Es de esos que sin ser bonitos, la verdad es que no tienen un encanto especial, para mi lo son. Carboneras es mi pueblo guardado, ese por el que me gusta pasear, el que huele a pescado, a gentes de mar, a casas blancas y sol caliente, gentes de las de siempre, con acento cerrado, con buen talante, generosas con los forasteros como nos llaman. Y en cuanto les replicas a alguno:  “yo no soy forastera, soy hija y nieta de jabegotes” la cara les cambia, y se abren más aún si es que eso es posible

No, lamentablemente  no he llegado a Melilla, pero hemos recalado en un lugar muy especial para mi, y me alegro por ello. Y bien que lo estoy disfrutando.

Esta tarde,paseando en solitario he decidido que al volver romperé con mi churri, es demasiado bueno, demasiado majo pero…

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