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Carena

CENSURA

CENSURA

¿Quien nos iba a decir que íbamos a retroceder tantas décadas? Nos han prohibido fumar, pronto nos prohibirán beber, y ahora censuran revistas de humor. ¿Qué será lo próximo? ¿Mide el gobierno el respeto con la misma rasera? ¿Acaso Carod con la corona de espinas mofándose de los cristianos (que son mucho más numerosos que los lectores del jueves) fue más respetuoso? ¿Por qué ese fue un hecho sin importancia, y una caricatura más, de las que semanalmente entrega el jueves es secuestrada de ese modo? ¿Es que esa pareja de principitos merecen más respeto que el resto de los españoles? ¿Es que son mejores que nosotros? ¡¡No!!

Tengo 32 años, siendo menor de edad mis padres nunca han seleccionado mis lecturas, ni tan siquiera han influenciado en mi intención de voto. Yo tengo libertad para elegir, me he criado en unos tiempos de libertad (y sí, libertinaje), pero tengo mi criterio que puede ser mejor o peor, lo importante es que yo decido. No quiero que me prohíban, que me censuren, que me digan qué puedo hacer o decir y qué no.  Si me divierte bien, y si no, pues no lo compro,lo importante es que yo elijo, que nadie se atreva a hacerlo por mi

Haciendo balance

Haciendo balance

" ... dejadme que os cuente mi cuento de herida y caricias,
mi historia de nadie, mi nana de hambre, todas mis mentiras,
tal vez embelese y te bese cortándome a tiras,
si buscas deslumbre y encuentras alambre será que descuidas" (Marea)

 Volví a la mar.

Demasiado tiempo dándole la espalda, demasiadas cargas. Pero volví… y no llegué sola, llevaba tanta mierda conmigo que casi me hundo. ¡Qué desastre! No, para salir al mar hay que ir con lo puesto, dejando lo que sobra en tierra. Ese fue mi gran error, mi mochila contenía demasiado lastre. Y por primera vez, allí, entre las olas, no supe desconectar, ni tan siquiera disimular toda esta presión. 

4 de enero, un día fatídico en el que mi buen compañero, mi hermano  y mejor amigo se destrozó. Y con ello nos destrozó a todos. Se convirtió en un muñeco roto. Meses y meses de noches de hospital, falta de sueño. Cuidando de mi hermano, intentando aliviar el dolor de mis padres, de mi gente. ¿Y quien ha cuidado de mi? Claro, aquí está Marga, que todo lo puede sola, que no se deja ayudar porque se supone fuerte. Y el trabajo se convierte en un infierno que cada día absorbe, consume, quema más. Y llega un punto en el que apenas duermo, ni como, ni vivo. ¿Es posible dormir durante meses una media de 3 horas diarias a lo sumo? Oh, sí que lo es, aunque parezca increíble. El resultado: acabar en más de una ocasión hospitalizada, tener un carácter agrio y pasar los días desquiciada. 

En esos limitadísimos descansos, casi duermevelas, mi Cachalote siempre ha estado ahí, presente en un rinconcito de mi mente. Lo dejé a medias. A medio quitar la moqueta, a medio lijar, a medio pintar. Y no es que esto sea algo importante. Sí. Sé que suena banal, pero es una perfecta metáfora de en lo que se había convertido mi vida. Las cortinas fucsias que compré en su día se quedaron guardadas en una bolsa, junto con todas mis esperanzas, ya no veía la vida de colores alegres, sino todo gris y negro. Y claro, lo peor, mi viejo cascarón amarrado en puerto, sin salir a la mar. Y yo con él, amarrada a mis obligaciones. 

Pero no todo fue malo. Algo muy hermoso pasó en mi vida. Un “largo” clavo al que me aferré, que me hizo sonreír, que me dio algunos lapsus de descanso. Y un beso, un primer beso que me llenó de esperanzas, y en esos momentos lo tuve claro: esto pasará, pronto volverá todo de nuevo a su sitio, volveré a mi vida de antes, como siempre. Y es que ese, fue uno de esos besos mágicos, lentos y suaves que son una explosión de emociones, besos de esos que llenan de aliento, de los que insuflan vida pa seguir tirando palante.  Y a pesar de no dormir, de llevar una gran pena por dentro, pasé una temporada en la que salía a la calle con una sonrisa boba. Y encontré tiempo donde no lo había para largas charlas nocturnas que me hacían reír, y mi alma volvía a sonreír. ¡Que hermoso es sentirse así! Abrí una puerta que llevaba cerrada mucho tiempo. Pero no todo fueron rosas, la sombra del miedo estaba ahí. ¿Y si esto es el preludio de algo que también acabará mal? Claro, todo lo veía negativo. Y sí, soy una capulla, pero era lo que había. 

Además el trabajo apretaba, y más presiones, y cada día más cosas pendientes, y a cada minuto una nueva petición. Cada vez más, y más, y más… Nunca supe decir que no, siempre dispuesta a ayudar, siempre comprometiéndome con Dios la Virgen y el Demonio, daba igual, aún a sabiendas de que me estaba echando más mierda encima. ¡No podía con todo! ¡no puedo con todo! Joder, maldito corazón que me pierde por no ponerse de acuerdo con la cabeza. 

Tras tanta calamidad, cuanto más asfixiada me vi mi hermano mayor nos trajo buenas noticia: iba a tener un sobrino. Ya me imaginaba yo en el papel de tita Marga, asalvajando a un Miguelito descarado y contestón (como su tita, claro). Y algo cambió en casa, un rayito de esperanza, una bendición. Vi en mis padres alegría, la vida seguía. Pero duró poco. Un aborto imprevisto borró otra vez de golpe el  brillo en los ojos de mi madre.  Al poco volvió a sonreírnos la vida: mi hermano se mantuvo en pie, solo unos segundos. Pero Murphy, ese jodido cabrón que se ha convertido en mi inseparable sombra se encargó de jodernos de nuevo. Alicia, su novia tuvo un accidente de coche cuando venía a ver a mi hermano a casa. Y el peque, que estaba más motivado que nunca volvió a venirse abajo. Se sentía culpable, decía que si no fuera porque ella tenía que desplazarse a casa nada le habría pasado. Era absurdo, pero no podíamos convencerle de lo contrario ¡¡Mierda!! ¿pero cuando va a terminar este infierno? ¡¡ESTOY HARTA!! ¡¡YA NO PUEDO MAS!! 

Y con todo ese lastre llegué a la isla. Y con miedo a llevarme decepciones puse de nuevo una barrera, solté un NO TE  QUIERO, dicho con mala leche, con hastío y encima repetido varias veces, adornado con toda la rabia y el pánico que llevaba meses acumulando. ¿Pero a quien se lo dije, a él o a mi misma? No quería que me hicieran más daño. En este último año todo han sido desilusiones, una detrás de otra. En cuanto creía ver un poco la luz ¡zas! Una palada más de lodo encima. Y no quería, no podía consentir ilusionarme con algo más para que se jodiera de nuevo. Así que yo mismita me encargué de fastidiarla. 

Los primeros días de “descanso” no fueron tales, teléfono, teléfono, más teléfono. ¡Joder, que me dejen en paz, estaba de vacaciones! Pero no lo apagué,  seguí  trabajando. Y la familia también llamaba y los llantos de mi hermano, sus “te necesito, vuelve pronto” ¿Cómo desconectar? Se me partía el alma. ¿Descanso? ¿Vacaciones? ¡¡Y UNA MIERDA!!  Mi cabeza seguía aquí, seguía atrapada en esta selva. Y en aquella isla sentí la necesidad de pedir a gritos un poco de cariño, un mimo, una sonrisa,  un simple abrazo. Yo, que nunca los pedí hasta entonces. Pero mis S.O.S eran silenciosos, no habían te quieros, no supe decir ayúdame, o lo que es peor, no me quise dejar ayudar,  porque para ayudarme tenía que empezar yo misma en apagar en ese teléfono, y en tirar al fondo del mar todas las cadenas que me ataban, todo lo que aún me mantenía aquí. 

Estaba desesperada, susceptible, todo me lo tomaba a la tremenda. Nerviosa, porque mi cabeza seguía aquí, en el infierno que yo misma me he encargado de levantar a mi alrededor. Y ante cualquier grito, o amago de discusión saltaba a la tremenda, y mis reacciones fueron desmesuradas. Y lloré, y mucho, sentada junto al mar. Quería romper con todo lo que me hace daño, con todo lo que está devorando mi vida, pero ¿cómo? Me sentía tan perdida. Sólo quería volver a poner mi mundo del derecho, salir de ese caos, no pido tanto. Sólo un poquito de paz, un ratito para mi. 

La situación de estos meses fue haciéndose una bola, que crecía y crecía. Y en el momento en el que menos lo esperaba ese alud arrasó. Pero no me llevó a mi, sino que arrastré a mucha gente que no tuvo culpa. Y lo siento, ¡Dios, como lo lamento! Daría todo lo que tengo por poder borrar muchas cosas, por aliviar esta angustiosa sensación de vergüenza, esta pesada losa que me tortura a cada minuto. ¿Cómo enmendar el daño? Ojalá lo supiera. ¿Nunca habéis deseado con toda el alma retroceder en el tiempo para poder enmendar errores gordos? Creo que casi todos, en un momento u otro nos hemos arrepentido tanto de algo, nos hemos sentido tan tan avergonzados que daríamos un mundo por volver a tras y poder enmendarnos. 

He destruido muchas cosas, la he cagado y bien, pero como dicen, la letra con sangre entra, y he vuelto a casa con la lección aprendida. Y mi regreso fue extraño. Al llegar me refugié en Jorge, necesitaba abrazos, caricias, mimos. Él me los dio. Y besos, muchos besos. Y fue muy dulce, y respetó mi silencio, porque regresé así, callada, sin nada que decir. Jorge es un guapísimo aventurero que busca el amor de su vida. Es algo así como un Quijote en busca de Dulcinea. Ojalá tenga suerte y no tope con muchos molinos. Yo no soy ese amor, ya se lo dije, pero era él el que me esperaba a mi vuelta, y el quien me dio largos y cálidos abrazos que tanto necesité estos días, lo hizo fuerte, con ganas y  sin más me acurruqué en su regazo y me dormí mientras me acariciaba la espalda, como tantas veces yo solía hacer a alguien a quien quiero. Recibí entonces al recordar una fuerte hostia de añoranza, de pena y soñé con escapadas pasadas. 

Al despertar cambiaron los planes. Me fui a casa. Me alegró ver a los míos, pero por otra parte pensé: joder, de nuevo aquí, lo primero que me dijeron es “menos mal que has vuelto, nos hacías falta”, hay aún tanto por hacer, tantos pidiendo ayuda. ¡¡HOSTIA!! ¡AL CARAJO TODOS!   El domingo antes de que todos despertaran desaparecí y  fui a mi barco. Y al fin noté que había regresado. Abrí, ventilé baldeé. Cayó una coronita en la bañera de mi barco. ¡Sí! En esos momentos sí que me sentí en casa. Por primera vez me sentí en mi lugar de nuevo. Mi barco es mi casa, y en eso lo voy a convertir: en mi hogar. Me mudo. Y me mudo ya. Ya iré lijando y pintando sobre la marcha. Es ahora o nunca. Es mi casa, es el lugar donde encuentro paz.  

Sabéis, el atontao más de una vez me ha insistido con el arnés,y la seguridad. Pero no tan solo se refería a la jodida linea de vida del barco, sino a la de mi propia vida. ¡Qué razón tenía! Ahora, desde la distancia, empiezo a verlo claro. ¡Pero qué ciega he estado! Tenía razón, debía dedicarme a vivir. La he cagado. Y me atormenta la posibilidad de perder al gran amigo que tengo por tantas cagadas, por mi ceguera, por mi estupidez y mi cabezonería. Siempre digo que puedo y no, no puedo. No puedo hacerme cargo de todos, de todo. Ojalá algún día me perdone no haber sabido o no haber querido escucharle, ojalá no me guarde rencor y ojalá, de verdad, de corazón, volvamos a sonreír como hacíamos hasta hace tan poco. Y claro que le mentí al decirle tantas veces que no le quería, ¿cómo no querer a alguien tan especial?  Tal vez el mío  no fuera el amor que él creía, estaba convencido de que estaba colaita  por él, y aunque confieso que a puntito estuvo de conquistarme, mi cariño iba por otros derroteros, era distinto, pero muy profundo, por encima de un simple y pasajero enamoramiento. Era, y es, un amor de amigos, de compañeros, de los de “pa siempre” pase lo que pase. Ya se lo dije, le debo mucho, aunque él no se imagina cuanto, no creo que sea capaz de calibrar mi nivel de agradecimiento. Porque en cierto modo me ha cambiado la vida. Me ha puesto los pies en la tierra. Esos son los amigos de verdad, los que están ahí en los baches, aunque se griten y se enfaden. Todos nos equivocamos, lo importante es aprender de esos errores. Y el atontao me tendrá siempre ahí, porque ya ha pasado a formar parte de los míos, y por ellos, por mi gente voy a muerte contra viento y marea. 

He intentado mirarme a mi misma, y no a mi ombligo, ver en lo que me he convertido. En cierto modo he visto a una chica caprichosa, inconsciente e irresponsable. No me gusta lo que he visto. Estos meses he sido una máquina en continuo funcionamiento,  mil cosas por hacer, sin pensarlas sin sentirlas, sin descanso. No he sabido decir no, no puedo. No supe negarme cuando me pedían favores, ni tan siquiera supe dar prioridad a mi salud, física y emocional. No pude. No me he visto sonreír, he visto en mi a una persona amargada, agotada, inestable. Qué triste, qué asco, qué desperdicio de ¿vida?.  

Y ahora que lo pienso… me desdigo.  ¡Claro que sí! Sí que puedo. Puedo romper con todo, puedo aprender a decir NO. Puedo elegir. ¡Por supuesto que puedo!. Por eso me marcho a mi viejo barco, tengo un hogar, hay un lugar en el que me siento bien. Y no será fácil aprender a vivir sola ¡en un barco diminuto!. ¡Si me encanta llenar la bañera de y sumergirme en ella las frías noches de invierno!  Y llegar a casa y encontrarme la comida hecha la ropa lavada, la casa limpia, joder si ni siquiera sé cocinar, ni planchar (bueno, he descubierto estos días que las albóndigas me salen cojonudas). Pero no sé hacer casi nada. Aunque… claro, es fácil, todo es ponerse y aprender. Hasta la cosa más chorra me va a costar un montón, y eso me da pánico. No sé qué llevar, de qué prescindir. No sé por donde empezar. Bueno, sí, eso sí lo sé, empezaré por relajarme al llegar del trabajo, por tomarme una cerveza en mi bañera con algo que hace mucho que tengo ganas de exhibir: una sonrisa de placer. 

Estoy muerta de miedo pero a la vez me siento segura, con ganas de tirar palante, de sentir de vivir ¡que ambigüedad! Por un lado estoy triste, muy triste, por todos los acontecimientos de estos meses y el fatal desenlace. Lloro mucho, de pena y de vergüenza. Pero también me siento esperanzada, muy ilusionada de nuevo y sonrío. Tengo un pellizco en el pecho de amargura y un cosquilleo en la tripa de emoción, de “¡vamos pallá!”  ¡Joder, qué bueno! Por mal que vayan las cosas siempre quedan las esperanzas, y la vida nos ofrece nuevas oportunidades, solo hay  que mirar pal lado que no hayan nubes, siempre hay un claro por donde se cuela un rayito de sol. Y ahora acabo de verlo y me he puesto debajo pa que me de calor.   

En fin, empiezo de cero una singladura que no sé donde me llevará, pero en la que debo aprender a cuidarme a mi misma. Deseadme suerte, creo que la voy a necesitar. 

Islas

Islas

Para algunos vivir es galopar
un camino empedrado de horas,
minutos y segundos.
Yo más humilde soy
y sólo quiero que la ola que surge
del último suspiro de un segundo,
me transporte mecido
hasta el siguiente.

"La mala gana" de Santos Isidro Seseña.



Sucede que habían mañanas que todo me parece igual. El despertador a la misma hora, el mismo café en el mismo bar. Las mismas caras, los mismos titulares de prensa, los mismos problemas, la misma ansiedad por los mismos anhelos que la monotonía se encarga de hacerlos parecer lejanos.
Mi trabajo, y en general, mi día a día laboral no es nada gratificante, sino todo lo contrario, desesperante algunas veces, irritantes otras muchas y aburridas la mayoría. Las personas que conozco en ciertos círculos nada me aportan. Conversaciones superficiales, temas que no me interesan. Hay muchos seres vacíos, sin ilusiones auténticas, borregos que se dejan llevar por las masas. Terminan de trabajar y salen de cervezas con los compañeros, cotilleando sobre el último chisme de la oficina, de modo que no desconectan nunca. Evito ir, me aburro soberanamente. Me niego a terminar la semana y seguir viendo en mis ratos libres las mismas caras, los mismos tipos y tipas grises.

Últimamente el perfil de las personas que iba conociendo era calcado. Empezaba a creer que es difícil encontrar gente con la que pasar un rato a gusto sin que importe el tiempo. Me acordaba de mi época de estudiante, de jovencita en esa edad del pavo en la que disfrutaba horas y horas muertas sin hacer nada, charlando con las amigas. Casi llegué a creer que ese estado de buen rollo era algo típico de la edad y pasajero, compartir ilusiones con alguien es difícil que se de. Sin embargo todos los días la vida nos muestra algo nuevo.

Sucede que a veces, esos días que amanecen iguales se rebelan, y algo cambia Sucede que en ocasiones, el destino abre una puerta por la que entra aire fresco en una atmósfera muy cargada. Y ese aire fresco entra en mi vida en forma de buenas personas. Desde no hace mucho, en este mundo de marineros, he encontrado un gran tesoro. Algunas de las personas que he conocido son una especie de isla, que provocan la emoción de explorar un territorio nuevo por descubrir.

En ellas, en las personas-isla, he varado en playas mansas, y he visto miradas limpias como el agua cristalina. Me he recostado en largas y serenas charlas tal y como si dormitara en blanca y fina arena arropada por rayos de sol. He visto sus acantilados también, algunos me han dejado asomarme a sus arrecifes, en los que se apreciaban restos de naufragios. Y en algunas de estas islas he visto como crece densa una selva de emociones. Y algunas veces me han permitido adentrarme un poco más y al hacerlo he descubierto toda una paleta de los más variados colores, de frutas dulces, de frutos amargos, de sonidos, de palabras sabias, de conocimientos, de vidas distintas. Y en ocasiones, he llegado a escuchar sin ver, y sonaban trinos entre las ramas, aullidos entre matorrales, algunas nanas, algunos llantos. Y he percibido en todo lo que me han mostrado huellas de antaño, y nuevos senderos que empiezan a abrirse.

Y cuando me he convencido de encontrar un fabuloso tesoro en esas personas-islas, descubro al mirar hacia su orilla que hay mucho más de lo que aprecié a simple vista. Y es que estas personas-islas se alimentan del mar, de distintas formas cada una, porque cada persona es una isla distinta. Pero al bañarme en sus playas, descubro más y más, y me maravillo, islas distintas que las baña el mismo mar, son como las olas, que al romper cada una es única, y aún así me doy cuenta que se alimentan de las mismas pasiones que yo.

Todas estas personas tienen un nexo de unión, por muy distintas que seamos, algo nos une, solo hay que prestar atención. Y cuando encuentras ese eslabón, y te sientas frente a esos nuevos amigos, con una copa en la mano y mil historias que contar, que escuchar, sucede que se para el tiempo, que todo lo demás deja de importar por un día y pasa a un segundo plano. Ya no hay ideologías, ni preocupaciones de trabajo, ni problemas. Solo dos personas dándose. Y en esos instantes me siento en paz, satisfecha, feliz.

¿Sois realmente conscientes de lo simple y a la vez tan difícil que es encontrar alguien que comparta tu amor por algo? El amor es egoísta, pocos compartirían a su pareja, ni a su familia, ni tan siquiera su casa . Sin embargo, el amor por el mar es generoso, hay lugar para todos, es gratificante compartir esa pasión.

Sucede que hay días que todo cambia. Te levantas de mejor humor, tarareas esa canción de la que ni siquiera eras consciente que conocieras la letra. Sucede que en ocasiones la vida te regala sorpresas. Sorpresas hermosas, enriquecedoras, en forma de personas. Y haces lugar en tu mundo para esos nuevos amigos, y los llevas en la mente y en el corazón, los recuerdas. Y sucede que cuando sales al mar, esas personas van contigo, en el alma, y sabes que en hay otros puertos en los que te recibirán. Y tras conocerlos, no olvidas a los que no han navegado, y harás lo posible para cambiar eso, y siempre habrá un sitio en tu barco para aquellos que aman la mar.

Sucede que la mar es inmensa, y que nadie debiera quedarse sin dejarse mecer por ella.

El regreso ¡por fin!

El regreso ¡por fin!

10, 11 y 12 de noviembre 

Esta semana, hablando con Frank me dijo que de ese finde no pasaría, traeríamos el barco de vuelta a Aguadulce. Llamé a Javier un día antes, a pesar de que me daba reparo hacerle bajar de nuevo de Madrid, ocasionarle molestias con tanto viaje. Pero él me hizo prometerle que en cuanto dispusiera el regreso tenía que llamarle. Me juró y perjuró que quería traer mi barco, que le disgustaría no ser partícipe de esa travesía. Ese día también me llamo Miguel Epops, y aprovechando que teníamos previsto el viaje se unió al grupo. ¡Fantástico! Ya tenía ganas de salir a navegar con un hombre con su experiencia 

Solo me quedó una espinita, y es que alguien que empezaba a conocer, Miguel también se llama, se tuvo que quedar en tierra puesto que éramos demasiados para un barco tan pequeño sobretodo contando el estado en el que se encuentra el barco. Este Miguel es alguien que tiene muchas muchísimas ganas de navegar. Lo peor de todo es que a última hora Frank no nos pudo acompañar, y alguien desilusionado se quedó en tierra.  

Javier llegó la noche del viernes, y se vino a cenar con mi amigo Rafa y Vanesa. Nos pusimos moraos en el Asador La Sabina, que es el único lugar en el que soy capaz de comer gulas La velada fue encantadora, Rafa es un amigo de los de toda la vida, y su mujer todo lo que tiene de guapísima lo tiene de encantadora. Después de la cena copitas y desmadre, con lo cual a la mañana siguiente bien temprano llegamos a recoger a Miguel hechos unos zorros.  Al llegar a Carboneras tomamos un rápido café, compramos gasolina y ¡por fin salió mi barco de nuevo al mar!. ¡Qué ganas tenía! La travesía fue fabulosa, la pena es que el viento era muy suave, así que además de llevar izadas las velas tuvimos que tirar de motor para poder llegar esa misma noche a nuestro destino.  

Me gusta estar con Miguel, es un tío muy práctico y claro. Si algo le disgusta lo dice, no le van los paripés. Lo gente así me hace sentir cómoda, porque sé que dicen las cosas como las sienten, así cuando le pregunto si quiere algo o si está cansado me va a responder sinceramente y no me tengo que preocupar tanto de si estará bien o no. Javier en su linea, buen rollo siempre con él, aunque ese día estaba destrozao. Durmió bastante, creo que también debido a que se sentía más tranquilo sabiendo que un buen marino como Miguel nos acompañaba. 

Llegamos esa misma noche. Cansados pero felices. Cenamos en el bar de Manolo y después tomamos una copita en el Kacao, el barco de Miguel. Nos sirvió una copita de Pacharán que ha elaborado el cofrade Iruñaberri. Es el mejor pacharán que he probado en mi vida.

A la mañana siguiente nos entretuvimos en quitar el Génova de mi barco para llevarlo a poner la banda solar. También quitamos el fueraborda, que se lo llevaría Javier al cofrade Long, el cual  se ha ofrecido a darle un buen repaso. Javier habla maravillas de Long y de su habilidad para montar y desmontar cualquier cacharro que le caiga en las manos. Sigo sumando agradecimiento a todos estos piratas, no sé que hubiera sido de mi sin conocerles. 

A mediodía dimos cuenta de una paellita y tras una siesta reparadora en el cachalote Javier partió de nuevo a Madrid. Miguel se quedó pues esa noche llegaría su mujer y emprenderían un nuevo viaje, esta vez por tierra. Me gustó volver a tumbarme en una de las literas de mi barco, mirar el techo, sentir la sensación de balanceo tan suave. Todo volvía a estar en su sitio. Ahora me queda un duro trabajo por delante, aplicar la lección que he recibido tras esta travesía y ponerlo a son de mar. Y también cumplir con un compromiso con alguien al que le prometí llevarle a navegar y con el que será un placer compartir el mar y el viento 

Y en cuanto todo esté al día, volveré a Carboneras en mi barco, visitaré a Quico, pasaré una noche en la Casa de Rosa y pasearé de nuevo por las calles del pueblo que tan bien me ha acogido. Y haré lo posible para que esto suceda muy pronto.

Otra semana más

Otra semana más

3, 4 y 5 de noviembre   

 Me tiré toda la semana con una muela dándome tormento. El viernes no fue mejor. Pero estaba contenta. Javier volvía para ayudarme a llevar el Cachalote de nuevo a su puerto. El Plan: haríamos noche en Carboneras,  y por la mañana se nos uniría Frank. El parte no era bueno, daba mucho viento, aún así, Javier y yo conservábamos la esperanza de volver a salir al mar.ç

 A Javier le gusta el mar tanto como a mi. ¿Más? No creo que pueda gustar más el mar de lo que ya me gusta. Cada día esta pasión casi se está convirtiendo en algo obsesivo, me paso las semanas en la oficina, en casa, en la calle ansiando salir al mar. Cada vez más se está convirtiendo en una necesidad. He comprobado que es verdad eso que dicen de que la ausencia del mar da mono. Joder, me cuesta centrarme en el curro.  ¿Habéis sentido un flechazo de esos platónico-obsesivo  por alguien? ¿Os ha pasao que cuando os habéis enamorado soñáis aún despiertos  con esa persona? y al despertar ¿no es lo 1º que os viene a la mente esa persona? Llevo algunos meses que mi primer y último pensamiento del día es al barco, al mar, las olas, el viento… No me acuerdo del chico encantador con el que cené,  no al menos durante los primeros momentos de consciencia, eso se convierte en algo secundario. Lo primero es el barco. 

Tal vez mis ganas aumenten más porque mi barco ha estado lejos. Tal vez es que esté perdiendo el juicio. Pero no, desde que salí mi primer finde completo, desde que he pasado más de un día sin pasar tierra, ya nada es lo mismo. Se está bien allí fuera. Se olvida todo. Es como entrar en otra dimensión, te dejas los problemas en tierra, no hay coches, no hay humo, ni ruidos. Y el tiempo pasa tan rápido, tan, tan rápido que…. No me importaría envejecer en 4 días si estos son tan felices. 

Llegó Javier sobre las 8 de la tarde y fuimos pa Carboneras. Lo 1º buscar el lugar que había elegido para alojarnos. La casa de Rosa, frente al mar, las paredes de sus habitaciones son amarillas, y en ellas resalta el azul profundo de los marcos de las ventanas. Es una casita blanca, y su salón tiene una estantería repleta de libros a disposición de sus huéspedes. En la casa de Rosa no hay teléfono,  ni tele, solo ventanas que miran al mar. Es un buen lugar, tranquilo en estas fechas. Quiero volver allí y conocer a Rosa algo más. 

Esa noche cenamos pescaíto, y nos tomamos algunas copas. En un bar encontré a alguien que conocí hará por lo menos 10 años. Nos acompañó toda la noche. Casi amanecía cuando fuimos a dormir. Al día siguiente el levante seguía arreando con fuerza, y no tenía previsto darnos cuartelillo. Comimos con Frank y la tarde la echaron estos 2 piratas con sus portátiles, explorando los secretos del maxsea. Yo disfruté de unas horas de gandulitis, y me eché en la cama mientras ellos seguían a su rollo.  Después fui a dar un breve paseo por la playa,  fue breve porque allí encontré a Quico, que está al frente del puerto, y ya le llevé a que saludara a Frank y Javi. Quico es un hombre afable, encantador, excelente anfitrión de marinos que  ha acogido a mi barco. Se ha portado  genial conmigo, la verdad es que da gusto conocer gente así, y ha hecho  que me sienta mas tranquila. 

Nos acostamos temprano. Di bastantes vueltas en la cama y me levanté algunas veces a mirar el mar desde la ventan. Una tormenta con un viento criminal que duró casi toda la noche apagaba las pocas esperanzas que me quedaban de poder llevarme a mi Cachalote. Otra semana más en tierra, de desvelos de calentamientos de cabeza. Y otra semana más sin navegar. Al final no fue posible.

Regresé una vez más a casa en coche, triste y muy desilusionada. Otra semana más en tierra.

El viejo pescador

El viejo pescador

Los Taoistas dicen que una persona no muere hasta que no muere la última que lo recuerda.
Somos, pero nuestra identidad, toda fantasía de la inteligencia, está compuesta no solo por la consciencia de nosotros mismos, sino también por la consciencia que los demás tienen de nosotros. Todo ello forma un conjunto, y el último hálito de nuestra vida es aquel de la última persona que nos recuerda

(Me lo contó  mi querido y deseado Pedro,  conocido por algunos como .G)

1 de Noviembre 

Era el día de los muertos, la gente se dedicaba a acordarse de los que ya no están entre nosotros. Siempre me ha parecido una chorrada, respetable, por supuesto, pero inútil. Tal vez en otras ciudades más grandes sea distinto, pero en los pequeños barrios del sur se ha convertido en una especie de macabra competición de decoración y estilismo funerario. Aquí los cementerios son chiquititos, y las marujas cotillean hasta de sobre quien tiene la tumba más limpia, más floreada, más menos muerta. Y ya una semana antes del día señalado se las ve subir paseando al cementerio, cargaítas con trapos, y algún cubo. Blanquean con esmero, pintan, pasan el estropajo, compran nuevos floreros en los chinos (antiguamente el todo a cien). Las más tacañas no renuevan, solo lavan las flores de tela del año pasado para que vuelvan a tener algo de color.  

Y llega el uno de noviembre y las tumbas amanecen engalanadas, pa que la vecina de la esquina vea qué despilfarro, y presumir de que a tu gente no les pones claveles, sino rosas que son más caras y alardeas  poderío en la morada de tus muertos. Y pasa el día 1, y ya se vuelven a olvidar a sus muertos, sólo los nombran para jurar o maldecir. Algunos, pocos, siguen acudiendo las siguientes semanas, pero cada mes sus visitas son más espaciadas. El día de todos  los santos es consuelo pa los vivos, y a veces ni eso. Yo mis muertos no los olvido, me queda el recuerdo de lo que hice con ellos en vida, sin flores, ni adornos, ni pena. Me quedo con la memoria, con lo vivido, con lo aprendido, con imágenes, con olores, sensaciones… todo eso se queda pa siempre grabao, y no me hace falta adornar un mármol para no olvidar. 

Este año, como el resto, no he subido al cementerio. Preferí ir a ver mi Cachalote, aunque allí recordé del “abuelito”, mi abuelo Miguel. Pero no sólo ese día, sino muchos días.. Tengo recuerdos de él, quizá pocos pero muy intensos. Recuerdo cuando las tardes de verano, cuando con la fresca, me llevaba andando a la playa de la mano, y le preguntaba: abuelito ¿hoy que hace levante y poniente? No entendía yo de vientos, pero le preguntaba una y otra vez  porque al hacerlo él se ponía frente al mar, erguido, se chupaba el pulgar con un fingido gesto serio, y lo alzaba húmedo sobre su cabeza, y decía: -mmmmm a ver… hoy es poniente, los locos esta noche estarán alborotaos, pero dormiremos fresquitos. Debajo de su espeso bigote blanco asomaba una sonrisa. y me hacía reír verle hacer payasadas. Me decía también: Ya sabes niña, el levante la mueve y el poniente la llueve. Es curioso, qué fácil resulta hacer mágica una tarde a un niño. 

A mi abuelo le gustaba comer el pescao de un día pa otro. Era malagueño. Por las noches freía boquerones, y los dejaba en un plato tapaos con un paño blanco, en el poyete de la cocina. También por la noche venía el lechero, a traer leche recién ordeñada, y él la hervía en una olla de porcelana roja. También recuerdo como envolvía los arenques salaos y los chapaba en el marco de la puerta de fuera. Y en patio, en un rincón, colgaba volaores y pintarojas a secar, y no me daban miedo pese a lo feos que los veían mis ojos de niña, me contaba mi abuelito que eran monstruos de mar que cazaban los valientes pescadores durante terribles tormentas para que no me picaran cuando me bañara en el mar.  Ya no hacen eso las gentes de mar, se van perdiendo las viejas costumbres y los viejos barrios marineros de pequeñas casas encaladas. Siento morriña al recordar esos tiempo que los pillé casi agonizando

Por las mañanas, el abuelito nos calentaba un enorme tazón de leche al regimiento de chiquillería, y se enfadaba conmigo porque no me gustaba la nata que flotaba en el caldo blanco y espeso, y volvía a hacer payasadas para convencerme. Me decía: Mira que es lo mejor de la leche, y yo que no me la puedo tomar. Tómatela por mí. Y como todas aquéllas mañanas que amanecía en la casa del abuelito frente al tazón humeante, le preguntaba: abuelito ¿por qué no puedes? Y como siempre repetía el ritual y me lo enseñaba: probaba a sorber del tazón y toda la capa de nata se le pegaba en el bigote, y todos los nietos reíamos al verle hacer lo mismo todas las mañanas.  

En ese tazón humeante de leche densa mi abuelo nos echaba  una hogaza de pan de pueblo con azúcar y canela, sopas de pan le llamaba él. Después él desayunaba, también un tazón de leche, con café, pero además se comía la hogaza de pan con esos boquerones de la noche anterior. Sabía que me gustaban mucho y me daba a escondidas de mi madre, que peleaba con él al verlo darme pescao frito a 1ª hora de la mañana. Mi abuelo nunca hizo caso a su nuera, en su casa los pantalones los llevaba a él y así se lo decía.   

Una vez mi abuelo se tiró casi un año sin hablarle a mi madre, tuvieron una bronca monumental. Y es que mi madre, tras mi comunión, me cortó la melena, y cuando mi abuelo me vio aparecer con el pelo corto como un niño montó la marimorena. Siempre me dijeron que tenía el pelo de su familia, rizado y moreno. Pero ambos, el abuelito y mi madre han sido buenas personas, con carácter, cabezones, pero nobles, y el pelo volvió a crecer. 

Mi abuelo era malagueño, y pescador, como todos sus mayores lo fueron. Ya no quedan gentes de mar en la familia. Me hubiera gustao que me viera en mi barquito. Me hubiera gustao pedirle consejos, que me hablara de la pesca de antaño, que me enseñara sus secretos, sus mañas. Ahora que conozco la mar, me queda la pena de no haber salido con ese viejo pescador a ella. Ayudarle después a recoger avíos. Era su única nieta, entre tanto chico, y  auque era un machista de cuidao, sé que estaría orgulloso de ver que alguien en su familia continuaba en cierto modo la tradición marinera. 

Muchas veces, cuando al navegar, me he acordado del abuelito, su recuerdo está conmigo, y él no necesita flores artificiales ni rosas de temporada, ni jarrones chinos o tailandeses. A mi abuelo las flores se las echo yo cuando me salga, y me sale con gusto, porque a  los muertos se los comen los gusanos y mi abuelito seguirá vivo mientras permanezca en mi memoria.

 

Dejo aquí un enlace que refleja parte de esa huella, que en su día dejé en otros lares:

http://arrecifes.blogia.com/temas/raices.php

  

Estreno en Regatas

Estreno en Regatas

 "Cada uno muestra lo que es en los amigos que tiene"

                                                              Baltasar Gracián

28 y 29 de octubre

 

El sábado salí a navegar con el cofrade Frank a bordo de su ABYSS V, un precioso Sun Odissey 32.

En principio teníamos previsto traernos el Cachalote entre el viernes y el sábado, puesto que seguía y sigue en Carboneras. Pero el tiempo no acompañó, las previsiones eran claras, teníamos levante fuerte. Al menos, y para quitarme el monillo, Frank me invitó a navegar con él.

Quedamos por la mañana en el Club de Mar,en el pantalán correspondiente. Llegué puntual, no me gusta esperar o que me esperen. Cada vez que me subo a un barco por 1ª vez me da ese especie de miedo a un medio desconocido. El Abyss estaba atracado de proa, y bastante alto. Subí, eso sí, Frank tuvo que aflojar un poco las amarras para acercarlo. Y reacción típica, tembleque de rodillas durante unos minutos hasta hacerme con el barco que tenía bajo mis pies. Y es que siempre me pasa lo mismo, los barcos que no conozco los extraño al principio, y hasta que no doy algunos paseillos por la cubierta y me familiarizo con la embarcación no me siento segura.

La mañana fue alucinante. El barco precioso, el patrón seguro pero atrevido y el viento nos hizo disfrutar. Llegó a pegar fuerza 7. Nada más salir izamos con un rizo la mayor. ¡Qué fácil es hacerlo en ese barco! Ni siquiera tienes que ir a pie de palo. Me acordé de los equilibrios que debo hacer en mi Cachalote cada vez que trato de sacar las velas. Descubrí los winches con mordedor, nada que ver con los míos, que además de simples tienen falta de un buen engrase.

 

A Frank le gusta navegar. Y también le gusta enseñar, tenía paciencia y la salida se convirtió en una agradable clase teórico-práctica en la que me enseño algunas maniobras, cómo se llaman algunos elementos de abordo y un sinfín de detalles más. Este hombre sirve para maestro, se explica bien y hace que todo sea sencillo, algo natural. Se mostró seguro en su barco, y disfrutó de esa mañana de fuerte viento tanto o más que yo. Otro en su lugar ni se hubiera planteado en salir. Según iba apretando el viento pensé para mis adentros: “este se acojonará y pondrá rumbo a casa ya mismo”. Pero no, Frank los tiene bien puestos y pasamos toda la mañana en la bahía, conociendo al Abyss V y viendo lo bien que se portaba en esas condiciones. A Frank se le vio muy orgulloso de su barco, y razones tuvo, porque éste se comportó fenomenal.

Esa mañana saqué varias conclusiones. Frank tiene un buen barco, en el que  salir a navegar solo es fácil. Ahora entiendo un poco más a los que me dicen que arriesgo demasiado en el mío, porque todo es mucho más complicado. También ver barcos con mayor y mejor habitabilidad hacen que cada día tenga más claro el pasar con el tiempo a mayor eslora e incluso me planteo vivir en un barco.Me fijé en como iba la línea de vida que tenía en la cubierta, que sé que he de ponerla en el mío aunque me da mucho yuyu eso de estar amarrá. El sistema para rizar la mayor me gustó mucho, y parece muy simple. Y claro, los rizos siempre se toman con mal tiempo, con lo cual es algo que me vendrá muy bien, así que tomo nota porque he de cambiar ya la mayor,  que la tengo hecha polvo. Y lo más importante, mientras tanto, en mi barco tengo la mejor escuela, porque todo hay que currárselo mucho, nada es fácil  todas las maniobras cuestan el doble realizarlas y cuando cambie de barco o según lo vaya mejorando, me parecerá coser y cantar salir a la mar. Al día siguiente Frank me invitó a acompañarle a una regata. ¡Una regata! Nunca he estado en una… ¿me gustaría? Tengo muy mal perder. Acepté encantada. 

Regresamos a mediodía. Al llegar a casa las paredes se me echaron encima. Hacía mucho que no estaba una tarde de sábado en casa. Pensaba en mi barco, en cómo estaría. ¡Qué raro no estar en él! Me faltaba algo. Esa noche me corrí una juerga y llegué al día siguiente sin dormir a mi 1ª Regata. Uffff, menudo estreno, temía que quizá no aguantaría o no estaría a la altura.

Volvimos a quedar frente al Abyss V, Frank llegó con…¿? un amigo ¡¡no recuerdo el nombre joer!! Aún faltaban una pareja más por llegar, Francis y Pili, que no tardaron mucho. Fuimos al Club de Mar a tomar un café antes de salir al mar. Frank y sus amigos estaban algo cansaillos pero contentos, la noche anterior celebraron el cumpleaños de Pili y por lo que contaron lo pasaron genial. No era la única con resaca. Me tranquilizó comprobar que mis compañeros de Regata también habían estado de juerga.

Al ver a Frank con sus amigos encontré a una persona que no conocía. Frank hasta ese momento era un chico serio, decidido, muy nervioso, las manos nunca le paran quietas (y que nadie me malinterprete). Tenía ese punto de sobrao, de gustarle los retos. Sin embargo cuando lo vi con su gente también conocí a un Frank muy cariñoso, muy familiar,  abrazaba a Pili, bromeaba con los chicos, sonreía muchísimo, reía aún más, se mostraba relajao, satisfecho de verse rodeado de gente que quiere. Le brillaban mucho los ojos.  Y todo eso se acentuó en su barco. Es un buen patrón y un no menos buen anfitrión.

Llegó la hora de competir. Tenía un cosquilleo en la tripa. Íbamos en inferioridad de condiciones, el barco de Frank está más enfocado para crucero que para regata, y ni siquiera teníamos spi. Pero hicimos una magnífica salida. Ibamos de los primeros. Se salía de la bocana en dirección a la boca del río, y de allí rumbo a la piscifactoría de Aguadulce. Hasta pasar la boca del río creo que más de uno se sorprendió, íbamos fenomenal. Veíamos a las tripulaciones de otros barcos gritar como posesos. Uno de ellos, creo que un bavaria, llevaba como contramaestre a la niña del exorcista, fue espeluznante oirla gritar, de verdad. El trayecto fue genial, reímos mucho, Los chicos tenían unos puntos y caídas muy buenos,  constantemente salía alguno con alguna gracia. Francis incluso ayudó mucho cuando se fue a soplarle al Génova a pleno pulmón Riendo

Pili me encantó, es muy bonita, su risa es cantarina, su cara aniñada y con pecas. No creo que solo sea su cara, sino que en general tiene ese punto de niña eterna. Fue una de las sorpresas más gratas del día,  oirla reír. ¿Habéis visto a un niño chiquitito reír a carcajadas cuando le hacen bromas? Pues así ríe ella. Resulta que vimos a una aguja enorme saltando sobre el mar. Todos nos arrimamos a mirarla, se desplazaba saliendo del agua. Pili se alborotó y empezó a reir. Hacia tiempo que no escuchaba una risa así, con ganas, su risa la acompañaba con gritos de asombro, de: -¡Alaaa,  miraaaa miraaaa! ¡Qué bonitooo!-. Me gusta la gente que ríe así, es gente que está viva. Y también me encantó la expresión de satisfacción que le pillé a  Frank  en esos  momentos en los  que miró a Pili. Se palpaba el cariño, se veía esa amistad sincera, y eso me reconfortaba, me hacía sentirme a gusto estar entre gente así, gente sana.

Ya pasada la piscifactoría el viento amainó, apenas soplaba alguna que otra leve rachilla. Y nos entraba por la aleta, con lo cual apenas avanzábamos. El resto de embarcaciones sacaron sus spis y ahí estaba el Abys, , orgulloso, sin importarle que nos adelantaran, puesto que llevaba la mejor tripulación de Almeria

De regreso Francis nos leyó el diario de la travesía que realizaron este verano. Reimos un montón con Pili-Paris-Hilton, y con la obsesión de Paco-Pi con el motor. Pili se tumbó en la bañera a tomar el sol, miramos revistas de barcos, bromeamos, lo pasamos muy bien, tanto que casi olvidé a mi Cachalote por un ratito. Buena gente la del Domingo, fue un gustazo navegar con ellos, si señor.

No llegamos los primeros, no. Pero fuimos los mejores, estoy segura de ello, ya que en ninguna embarcación disfrutaron de esa mañana de domingo en la mar como nosotros lo hicimos. Y para mi esa es la mejor victoria.

Almas

Almas

“Lo que antes había esperado conseguir para toda la Bandada, lo obtuvo ahora para sí mismo; aprendió a volar y no se arrepintió del precio que había pagado. Juan Gaviota descubrió que el aburrimiento y el miedo y la ira, son las razones por las que la vida de una gaviota es tan corta, y al desaparecer aquéllas de su pensamiento, tuvo por cierto una vida larga y buena”

Juan Salvador Gaviota. (Richard Bach)

 

  

Ha sido una semana espantosa, pero poco a poco se van solucionando problemas. He editao el post anterior, es la 1ª vez que modifico un post, pero se lo debía a alguien. Estaba escrito en uno de esos malos ratos en los que estás enfadada. Aunque claro, llevo toda la semana enfadada. Desde el lunes tengo ganas de bronca, todo me pincha, salto a la mínima, en el trabajo, en casa… y lo que es peor, con los amigos. Y no me gusta estar de mal rollo, no me siento bien así.

 

Mi Cachalote sigue en Carboneras. El lunes pasé por allí con Javier a llevar la documentación a la oficina del puerto y de paso a moverlo de sitio. Los de protección civil nos dejaron amarrar la noche anterior a la gasolinera, pero era algo provisional para pasar la noche, en ese lugar estorbábamos. Conseguimos que el motor arrancara y moverlo un poco, hasta que, justo en mitad del puerto se nos paró y  dimos contra las barquillas de un rincón. El viento es muy puñetero cuando dice de fastidiar en esa zona.

 

Al fin logramos con ayuda de unos pescadores que nos remolcaron, ponerlo en un lugar que no estorbara, lo abarloamos a una semirígida que a su vez andaba abarloada a varios barcos más. Una vez allí revisamos algunas cosas. Bajé abajo, a colocar algunas cosas. En esos momentos sentía un nudo en la garganta de ver mi barco así. No quería llorar, y mucho menos que me viera así. Me sentía muy triste, ver mi barco a remolque, sucio, patas arriba, parecía más viejo de lo que ya es. Sí, sentí mucha pena, y es que en cierto modo veía al Cachalote así, muy triste.

 

Me hubiera gustado quedarme, limpiarlo,  dejarlo bonito. Quisiera haber dormido en él. Supongo que Javier tuvo que sentirse muy incómodo, estaba portándome como una tonta, las sirenas peleonas no lloran, y bien que intenté que no me viera, me escocían los ojos de tanto frotarme con papel para evitar que esas lágrimas asomaran. Pero mi amigo le quitó importancia, seguía bromeando y me hablaba de la próxima salida que hiciéramos, de que el motor se iba a arreglar, me gastaba bromas.

 

Esa noche no pegué ojo. Ni las posteriores. Me acostaba y daba vueltas una y otra vez. Recuerdo perfectamente el momento en el que estuvimos a puntos de darnos contra el espigón. Con la mar no se juega, menudo putón verbenero como se las gasta cuando pelea con el viento. Y la bruja y traicionera corriente, somormuja como decimos aquí, que las mata callando, que no la ves y te la juega por lo bajo,¡¡rastrera!!. Menudos 3 elementos cuando dicen de juntarse. Me preguntaba también  cómo estaría mi barco, si le habría pasado algo, si seguiría allí cuando volviera. Si me esperaría, si perdonaría el haberle dejado allí…

 

Hoy he vuelto al puerto. Me ha acompañado Frank. Llueve en Almería, y como siempre lo que cae es tierra colorá. Cachalote estaba lleno de barro, tenía agua en los cofres, pero… seguía allí. No sé explicarlo, ha sido una mezcla brutal de emociones. Por un lado,  el alma rota de verlo en ese estado, abandonao, lleno de barro, amarrao a otro barco y en un puerto extraño. Pero por otra… estaba allí, y me sentía feliz, me he sentido muy dichosa al sentirlo de nuevo bajo mis pies. Es esa sensación tan familiar que sentía cuando me iba de vacaciones con mis padres de niña y volvía a casa tras un mes fuera. Creo que los niños lo perciben de un modo distinto, más fuerte, el llegar a casa tras una larga ausencia, reconocer olores familiares, estancias, sensación de seguridad de ya estoy en casa.  Así me sentido hoy al volver a subir a bordo, -tranquila- he pensao, -todo va bien, cachalote sigue aquí esperándote. Alivio y tranquilidad.

 

¿Vosotros creéis que los barcos tienen alma? Un barco es un barco, una cosa sin vida, ya, pero… Hoy he tenido serias dudas. Los barcos hablan, digan lo que digan. Hablan con el viento, cantan cuando golpean las olas. Pegan alaridos de dolor cuando cruje su caña.

 

La 1ª vez que bajé dentro mientras navegaba fue el primer finde que salí con Javier. Se escuchaba el agua contra el casco, navegábamos deprisa, y era un sonido… pufff ¿cómo describirlo? Nunca lo había oído tan nítido. Allí dentro se le escuchaba claro, la proa partiendo en 2 el mar,  gritaba que estaba contento,  reía a carcajadas porque de nuevo surcaba las olas, es como si el barco estuviera echando el polvo de su vida y pudiera oir  el placer que le producía.

 

Sin embargo esta semana, al dejarle allí, ¡dios! Lloraba, era como abandonar a un cachorro, que no entiende por qué te vas  y le dejas con extraños. Sentí un remordimiento terrible, me sentía culpable.  Y hoy al volver, lo he notado huraño al principio, como un perrito enfurruñao con su amo porque no le ha dejado acompañarle, Pero como a los más fieles amigos del hombre se le ha pasao pronto, según pasaba más rato allí, lo he abierto pa ventilarlo, he achicado la sentina, me he sentado allí tranquila a mirarlo. Y poco a poco me he ido sintiendo mejor. Ha desaparecido toda la mala leche que me ha atosigado esta semana, notaba como el corazón se me agrandaba emocionado por momentos, como recuperaba la ilusión y sobretodo la tranquilidad. Malos días, pero el temporal ya amaina.

 

Frank es otro manitas. Ha desmontao el motor y en un plis plas lo ha hecho arrancar. Y me ha explicao como se acciona la ducha, y ha abierto el depósito, que yo no pude en su día. Y he vuelto a ver a mi barco contentillo, juguetón. Creo que le gusta que le mimen, ser el centro de atenciones, como el niño más consentío. Y a mi hoy solo me provocaba mimarlo, quererle mucho. Joer, ¡si es que quiero mucho a mi barco!, ¿se puede querer así a un barco? Yo sin entender el por qué de ese cariño lo hago. He centrado en él todas mis ilusiones, y he estado a punto de perderlo. Pero sigue conmigo, mi más fiel compañero, sí señores.

 

¿Estaré perdiendo el juicio con tanto estrés? No sé, pero después de esta semana tan criminal  veo las cosas así, los barcos tiene alma, están vivos, porque nuestras emociones lo impregnan de vida. Y bueno, vale, los más escépticos dirán: Marga, medícate que se te está yendo la pinza pero… que digan lo que quieran. Si dejamos que un barco muera, muere en él todas las emociones que hemos sentido dentro. Hoy he dejado los mamparos de Cachalote impregnados de ilusión, esperanza y sobretodo de vida, porque he tenido más que nunca ganas de volver a salir en él al mar a comerme el mundo.

 

Sí, definitivamente mi barco, el Cachalote, tiene alma, porque allí me he dejao un trocito de ella.